lunes, 23 de julio de 2012

Viejo Café Tortoni

A pesar de la lluvia yo he salido
 a tomar un café. Estoy sentado
bajo el toldo tirante y empapado
de este viejo Tortoni conocido.

¡Cuántas veces, oh padre, habrás venido
de tus graves negocios fatigado,
a fumar un habano perfumado
y a jugar el tresillo consabido!

Melancólico, pobre, descubierto,
tu hijo te repite, padre muerto.
Suena la lluvia, núblanse mis ojos,

sale del subterráneo alguna gente.
Pregona diarios una voz doliente,
ruedan los grandes autobuses rojos.

Baldomero Fernández Moreno, Bs. As. 1925

Viejo Café de Flore
A pesar de la lluvia yo he salido
a tomar un café. Y estoy sentado
tras el cristal vibrante y empañado
de este café a poetas ofrecido.

¡Pero tú nunca, padre, habrás venido
de tu vida a trasmano fatigado
a fumar un Gauloise bien apretado
en el barrio latino consabido!

Melancólico, acaso más abierto
tu hijo te trae ahora, padre muerto.
Vuelves a mí, te alejas, te me pierdes,

la lluvia insiste, núblanse mis ojos.
Pasa un clochard envuelto en sus despojos,
ruedan los grandes autobuses verdes.

César Fernández Moreno, 1975

DEL CAFE TORTONI AL CAFE DE FLORE
POESÍA Y EVOCACIÓN FILIAL A TRAVÉS DE MEDIO SIGLO
En 1925, Baldomero Fernández Moreno -por entonces aquel joven poeta que tuvo la audacia de poetizar lo más cotidiano y mínimo de la vida urbana de Buenos Aires- escribió un sentido poema evocando, un día de lluvia en la terraza del Tortoni, a su padre fallecido, quien también había sido habitué de ese lugar. Recordemos que a esas fechas el emblemático café era ya un recinto cargado de historia, que estaba por alcanzar sus sesenta años de vida, y en su bodega comenzaba a reunirse una peña de artistas y escritores destinada a marcar toda una época (de la que Fernández Moreno sería un protagonista destacado).

La lluvia y la soledad en medio de la multitud -la que pasa por la calle y la del café- estimulan en el poeta la evocación de su padre llegando muchos años antes a esas mismas mesas: “a fumar un habano, perfumado/ y a jugar al tresillo consabido”. Baldomero se distancia sutilmente de esa lejana imagen paterna nimbada de satisfacción y prosperidad. Él, hombre de tiempos nuevos y más complejos, se retrata a sí mismo como: “Melancólico, pobre, descubierto”.

El texto refleja desde su intimismo los radicales cambios ocurridos en la ciudad desde el período de aquella gran aldea, de finales del siglo XIX, hasta llegar a la trepidante urbe de mitad de los años veinte.
Cincuenta años después de la creación de este texto, el hijo de Baldomero, César, poeta como su padre, escribe una variación del soneto. Estaba residiendo en Paris en ese momento, y decide seguir en su glosa paso a paso lo escrito en el año 1925 por su padre.
El nuevo poema, si bien depende del original, mantiene su autonomía. Sin pretensiones de originalidad, logra sí marcar -con el texto paterno- elementos diferenciales. Hay uno, obvio, que tiene que ver con la geografía: César escribe instalado en el Café de Flore, y los“grandes autobuses rojos” se transforman en “los grandes autobuses verdes”. Pero otros son menos evidentes: al “Cuántas veces, oh padre, habrás venido”, del original, contrapone este verso: “Pero tu nunca, padre, habrás venido”(aludiendo a que Baldomero Fernández Moreno nunca estuvo en Paris).
El primer terceto comienza igualmente con la palabra “Melancólico“, pero ahora acompañada de la frase: “acaso más abierto”. Sin duda: los años no habían transcurrido en vano, y hubo un cambio generacional.

Para “Estampas de Buenos Aires”. de Alejandro Michelena. Publicado en  “Suplemento cultural del diario “La Jornada de México”



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