jueves, 26 de julio de 2012

ALFONSO X


Alfonso X El Sabio y su afición por el misticismo

Alfonso X el Sabio (1221-1284) fue apodado así por haber llevado a cabo una labor literaria, científica y jurídica sin precedentes. Su afán por leer e interesarse por todo tipo de ciencias le llevaría a adentrarse en lo más profundo del misticismo judío: La Cábala.


La Cábala son textos de teología aplicada que hablan sobre la naturaleza y también sobre diversas entidades, algunas buenas, otras malignas, que pueblan el mundo inteligible. Esas entidades, según el misticismo, pueden ser invocadas e incluso comunicarse con el mago dándole ventaja sobre el resto de los mortales.

Si bien Alfonso era Católico Apostólico y Romano le resultó difícil privarse de ese supuesto poder enmascarado en formas de magia negra. Es por eso que se dedicaría a traducir una enorme cantidad de textos de magia astral judía.

La magia astral consiste en la creencia de que cada astro tiene un espíritu, que normalmente ha sido asociado a un Dios, y el mago puede invocar el espíritu de ese planeta. El Sol, por ejemplo, puede ser invocado con fines positivos, pero también puede invocarse la parte maligna del Sol, conocida como Sol Negro. Entre esos textos manejados por Alfonso X estaban, por ejemplo, el Libro de Raziel. Raziel es un arcángel que, se supone, guarda secretos divinos.

Pero un texto que recibió enorme atención en la Europa medieval fue el Liber Picatrix, que explicaba cómo efectuar la creación de bafomets. Para hacerlo había que cortar la cabeza de un hombre joven e introducirla en una urna, a veces adornada con oro y piedras preciosas, y esta debía ser aliñada con sangre humana y opio. Posteriormente, la cabeza se enterraba en la tierra y se procedía a la invocación del espíritu de un planeta para que se introdujera en ella. Tras desenterrarla, esta nos desvelaría todos los misterios. Esas cabezas estuvieron muy valoradas en la Edad Media por su supuesto contenido mágico.

El Picatrix fue traducido al latín y al castellano por orden del rey. Su versión en castellano se ha perdido, pero su versión en latín continuó difundiéndose por Europa y alcanzó una gran popularidad entre los siglos XV y XVIII.

Muchos místicos pensaban que los órganos del cuerpo humano no eran solamente piezas de la maquinaria que nos compone, sino unidades que transmitían sentimientos al organismo. El corazón no era visto como un órgano que bombea sangre al organismo, sino como un objeto cuasi mágico que transmitía sentimientos como el amor o la pasión. Es por eso que durante siglos se ha dado un especial trato al Sagrado Corazón de Jesús por parte de la Iglesia Católica.

Alfonso X no era desconocedor de esto y quería buscar buen reposo a sus órganos. Antes de morir ordenó expresamente, y así consta por escrito, que su corazón fuera arrancado de su cuerpo y llevado a Jerusalem para ser enterrado en el Monte Calvario (que significa Monte de la Calavera) donde Jesús fue crucificado. También ordenó que sus tripas fueran llevadas al Monasterio de Santa María del Real Alcázar, en Murcia. Sin embargo, los deseos del monarca no se cumplieron del todo y tanto el corazón como las tripas fueron a parar al Monasterio.

Siglos después, el emperador Carlos V ordenó que aquellos restos, guardados en una elaborada urna, se trasladaran de ahí a la Capilla Mayor de la Catedral de Murcia prohibiendo que cualquier persona fuera enterrada con él en ese lugar, fuera cual fuese su rango.

Hoy, el resto de su cuerpo descansa en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, en un sepulcro que le muestra en postura orante construido en 1948. En el siglo XIII su sepulcro mostraba su estatua portando una verdadera corona de oro con piedras preciosas y sosteniendo en su mano un verdadero cetro de mando de oro. Sin embargo, su tataranieto Pedro I El Cruel, también enterrado en esa capilla, ordenó retirarle esas joyas.

La corona es un símbolo usado por la aristocracia (no sólo por los reyes) que consiste en piedras preciosas, usualmente cristales como el diamante, engarzados en una placa de oro. Esa es precisamente la composición del ephod hebreo; un instrumento que servía como método para comunicarse con espíritus, siendo cada cristal una especie de "microchip" al efecto y el oro sirviendo como "comunicante electromagnético" de dicha información. Los sacerdotes se ponían ese objeto en el pecho con fines místicos y los reyes, que eran conocedores de oficio del misticismo judeocristiano, valoraban enormemente las piedras de dichos objetos por su carácter mágico, no tardaron en obtenerlas y colocarlas en sus cabezas para que entraran en transmisión con su cráneo y, por ende, con su cerebro. El acto de coronación es, de hecho, solemne al extremo, no sólo por su implicación política (la creación del líder) sino por el ritual religioso que lo rodea y supone un requisito de forma sin el cual, aún hoy, una coronación no tiene valor alguno.

Al ser el ephod un objeto usado por sacerdotes hebreos, y por ser el cristianismo una religión enraizada en el judaísmo, el objeto fue llevado públicamente encima por el Papa Pablo VI en pleno siglo XX.


El cetro es también un elemento con profundas raíces místicas. Un "palo metálico" que da poder a quien lo sostiene coincide a la perfección con la concepción mística de invocación de espíritus a modo de "barita mágica". De hecho, durante milenios ha sido usual crear estatuas de espíritus introduciendo en su interior varas metálicas para que estos fuesen "antenas" de esas entidades.

La relación de Alfonso X con los templarios fue estrecha. En el año 1265 colaboraron en la conquista de Murcia recibiendo en recompensa el municipio de Jerez de los Caballeros, el municipio de Frenegal de la Sierra, el municipio de Caravaca y el Castillo de Murcia.

Alfonso moriría en 1284 en Sevilla, donde se le han erigido varias estatuas y es autor del sello de la Ciudad; el No (Madeja) Do, señalando la lealtad de la ciudad hacia su persona. Décadas después, a principios del siglo XIV, en Francia los Caballeros Templarios fueron objeto de persecución. Algunos sufrieron un proceso por el que se declararon a sí mismos culpables de practicar magia negra. Sin embargo, esas declaraciones se efectuaron bajo tortura o con la amenaza de esta, lo cual las hace poco fiables.

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