jueves, 26 de junio de 2014

A qué suena


Hay música para todos los gustos, y para todos los sentidos, ahora que se pregona la crisis, una en concreto que parece llevar durando desde hace varios quinquenios, se escucha más música que nunca, y casi resulta extraño caminar por una acera del centro de la ciudad y que más de una persona seguida no lleve auriculares. Y entre todos esos océanos existe música de todos los colores, música enlatada para digerirla como las hamburguesas o las películas con muchos efectos especiales, sin pensarlo ni analizarlo, como si formase parte de cualquier acto cotidiano más, automático, sin capacidad para entregarse al hecho de escucharla.

Y entre todo eso, también hay música tan pretendidamente elaborada que resulta insoportable reconocer en los acordes, en las frases, en la forma de venderla, la pretensión, la sensación casi irónica de la condescendencia del que ha elaborado aquello probablemente pensando que no tenía más remedio aunque no existan oídos lo suficientemente educados para poder asimilar aquello.

Afortunadamente también podemos encontrarnos con mucho más de algo que no es ni lo uno ni lo otro, que solo es, que no es poco, música, que proporciona sensaciones, a cada cual las suyas, con esa diferencial forma en que una misma estrofa, un sonido, un mismo instrumento, puede conseguir despertar tantas asociaciones distintas como personas la estén escuchando.

Sobre algo así se puede pasar una madrugada tenue, larga y lenta como la de cualquier noche de verano detenida en el tiempo, discutiendo con la suavidad del tacto de la piel si esa voz suena como una prenda de ropa al caer contra el suelo, o como un bostezo perezoso al despuntar el día con el salitre disolviéndose en las cortinas de gasa de esa habitación que espera impaciente para traducir adecuadamente a qué suena esta canción.
Le monstre_Madjo



      

Sin nosotros


En ocasiones, los comportamientos que podemos contemplar en la naturaleza, tienen una similitud casi exacta metafóricamente con lo que puede uno observar dentro de sí mismo.
Hace unos meses se solaparon casi en el tiempo un documental y un reportaje en un semanal de prensa, y hace unos días, la visita a un sitio que hace muchos años tuvo importancia para mí, acabó haciéndome hilar esa especie de intrahistoria que podría unir las tres cosas.

El documental, tenía como tema fundamental contemplar qué ocurriría en la tierra si de repente desapareciesen todos los seres humanos (su título en castellano era "La vida sin nosotros" , para ver el primer capítulo, aquí). Recorre, desde el imaginado momento cero de desaparición del ser humano lo que va ocurriendo con las ciudades, edificios, aceras, centrales...todo ello desarrollado digitalmente, de modo que podemos ver cómo sería esa depuración de los edificios, cómo se simula el resquebrajamiento de cristales, el crecimiento de la hierba en mitad de las grandes avenidas de un ciudad enorme, el incendio incontrolado de edificios debido a cortocircuitos por las instalaciones defectuosas o escapes de gas y explosiones, tuberías de agua que revientan por el frío y anegan plantas de viviendas u oficinas, aceras, túneles del metro, monstruos de acero y asfalto que son actualmente las autopistas que rodean las mega ciudades, que se van resquebrajando hasta combarse y partirse y deshacerse, animales que poco a poco van entrando en las calles, que con el paso del tiempo, casi ni se pueden reconocer como tales, y acaban adueñándose de ese espacio de nuevo.
El documental sigue, año a año, desde ese momento cero comentado, cómo se puede deducir que evolucionarían los paisajes, terrenos, y miles de elementos más que constituyen ahora mismo nuestro "terreno", como seres humanos, dentro de cualquier ciudad.

El reportaje del semanal de El País, trataba sobre las diferentes corrientes que se suceden a lo largo del planeta de personas que visitan y documentan, antes y después, lugares que en algún momento del pasado fueron sitios que cumplían una misión, y por distintas razones fueron abandonados. Se recorren, de la mano de seis autores distintos, varios grupos de Internet, que tienen como esencia fundamental visitar y fotografiar lugares abandonados, hospitales, estaciones, hangares, sanatorios, incluso iglesias, o edificios y naves relacionadas de una u otra manera con la segunda guerra mundial, y se describe, con cierta superficialidad, algunas de las normas que tácitamente, todas las personas que dedican tiempo y esfuerzo a esta actividad, cumplen cuando visitan estos lugares, como dejar al máximo inalterado el sitio que se visita, no forzar ventanas ni cerraduras para entrar, o documentarse completamente para conocer realmente el lugar que se visita, y sobre todo, salvo que sea un lugar demasiado conocido, no dar demasiadas pistas de dónde se encuentra, para, en la medida de lo posible, mantener del mismo modo dicho sitio. Personalmente, la esencia de la actividad me resulta apasionante, ese "juego" extraño que se ejecuta entre alguien que visita un lugar que está completamente deshabitado y en su mayor parte casi desvencijado por completo, pero que mantiene detalles casi terroríficos de lo que una vez fue, de la vida que contenía. Entre las fotografías se pueden ver detalles de sanatorios, estaciones, fábricas...donde encuentras un tenedor sucio y doblado, una carta de naipes, un armario todavía con algunos vasos llenos de polvo pero que casi anuncian la espera para volver a ser utilizados, o quizá el recuerdo de la última vez que fueron lavados y puestos ahí con la desconocida idea de que no volverían a usarse, aunque en ese momento probablemente quien los colocó ahí no lo sabía o sospechaba. Para leer el artículo, aquí.



De una u otra manera, tácita o concientemente , nos sigue resultando misterioso y atractivo el concepto teórico de qué ocurre en un lugar determinado cuando no estamos presentes. Ya desde pequeños, esos días en que un constipado o algo venial nos impedía ir a clase, suponía para nosotros una sorpresa horrible al descubrir, al día siguiente, que las cosas habían sucedido de manera normal aún sin que nosotros estuviésemos presentes, mientras nosotros pasábamos el día en la excepción casi brillante de un ambulatorio, un cuidado más cercano del habitual de nuestras madres, y esa sensación casi de absurda rebeldía renovada y permitida, de caminar por las aceras a unas horas que no conocíamos, en mitad de la mañana.

Del mismo modo, encontrarnos con un amigo, una antigua novia o alguien que fue extremadamente cercano durante un tiempo medido y concreto, que desde el ahora, ya podemos definir exactamente cuánto duró, nos puede resultar misterioso y atractivo ser capaces de abstraernos levemente de su presencia durante unos minutos para simular esa sensación algo acartonada al principio, pero plena si se la deja crecer unos minutos, en que somos capaces de volver a reconocer ese desconcierto de lo que ha sido el mundo en el que no estábamos nosotros y al que creímos permanecer casi con una vocación ingenuamente duradera. Sólo se necesitan unos pocos minutos, para reencontrarse con la misma delicada nube de humo entre los dedos en que parecimos extrañamente neutros en un entorno al que creímos inmutable e inamovible si no era con nosotros dentro. A veces, incluso, cuando se deja correr la madrugada lo suficiente, eres capaz de escucharla en un susurro casi cuando está a punto de desaparecer a la vuelta de la esquina que también formó parte de nuestro mundo compartido, cómo suelta casi sin parecer quererlo....”a mí también me ocurre contigo...”

 Paper aeroplane_Angus y Julia Stone

sábado, 21 de junio de 2014







Qué hermosas son las perlas. aún así debemos saber que son producto del dolor.Toda perla es la consecuencia de una ostra que ha sido herida por un grano de arena que ha entrado en su interior. Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas...
En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia llamada “nácar” y cuando un grano de arena penetra en la ostra, ésta lo recubre con capas de nácar para protegerse. Como resultado, se va formando una hermosa y brillante perla.
¿Te has sentido herido por las palabras, o actitudes de alguien?
¿Has sido acusado de decir cosas que nunca has dicho?
¿Han sido tus ideas rechazadas o ridiculizadas?
¿Te han culpado de haber hecho algo que jamás hiciste?
¿Tu actitud frente a ciertas situaciones, se malinterpreta?
¿Has sufrido alguna vez los golpes de la indiferencia?
¿Te han herido precisamente aquellas personas que menos esperabas?
¿No te valoran como realmente lo mereces?
Entonces, perdona y haz de tu herida una perla. Cubre tus heridas con varias capas de amor, recuerda que cuanto más cubierta esté tu herida, menos dolor sentirás.Por el contrario, si no la cubres de amor, esa herida permanecerá abierta, te dolerá más y más cada día, se infectará con el resentimiento y la amargura y peor aún, nunca cicatrizará.En nuestra sociedad, podemos ver muchas "ostras vacías" no porque no hayan sido heridas, sino porque no supieron perdonar, comprender y transformar el dolor en una perla.
“Una perla es… una herida sanada por el amor"




sábado, 14 de junio de 2014

Cuando los japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las grietas con oro. Ellos creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso. 
El arte tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi. 
El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza. 
Kintsukuroi es el término japonés que designa al arte de reparar con laca de oro o plata, entendiendo que el objeto es más bello por haber estado roto.

Llevemos esta imagen al terreno de lo humano, al mundo del contacto con los seres que amamos y que, a veces, lastimamos o nos lastiman.
¡Cuán importante resulta el enmendar! 
Cuánto, también, el entender que los vínculos lastimados y nuestro corazón maltrecho, pueden repararse con los hilos dorados del amor, y volverse más fuertes.

La idea es que cuando algo valioso se quiebra, una gran estrategia a seguir es no ocultar su fragilidad ni su imperfección, y repararlo con algo que haga las veces de oro: fortaleza, servicio, virtud... 
La prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia —la capacidad de recuperarse— son dignas de llevarse en alto.