martes, 28 de febrero de 2012

Gioachino Rossini - Guglielmo Tell (Guillaume Tell) - Overture (Chailly)...

La Cenerentola Gioachino Rossini

Gioacchino Rossini - El Barbero de Sevilla


Gioacchino Antonio Rossini
(Pésaro, actual Italia, 1792-París, 1868) Compositor italiano. Situado cronológicamente entre los últimos grandes representantes de la ópera napolitana (Cimarosa y Paisiello) y los primeros de la romántica (Bellini y Donizetti), Rossini ocupa un lugar preponderante en el repertorio lírico italiano gracias a óperas bufas como Il barbiere di Siviglia, La Cenerentola o L’italiana in Algeri, que le han dado fama universal, eclipsando otros títulos no menos valiosos.



Rossini

Hijo de un trompetista del municipio de Pésaro que colaboraba con las orquestas de los teatros de la provincia, y de una soprano que llevó a cabo una corta carrera como seconda donna, la existencia de Rossini se vio ligada, desde la infancia, al universo operístico. Alumno del Liceo Musical de Bolonia desde 1806, en esta institución tuvo como maestro de contrapunto al padre Mattei y entró en contacto con la producción sinfónica de los clásicos vieneses, Mozart y Haydn, que ejercerían una notable influencia en la fisonomía instrumental de sus grandes óperas, de una riqueza tímbrica y de recursos (los célebres y característicos crescendi rossinianos) desconocidos en la Italia de su tiempo.
Tras varias óperas escritas según el modelo serio (Demetrio e Polibio, Ciro in Babilonia), ya en decadencia, y bufo (La cambiale di matrimonio,L’inganno felice), sin excesivas innovaciones, el genio de Rossini empezó a manifestarse en toda su grandeza a partir de 1813, año del estreno de Il signor Bruschino.
Dotado de una gran facilidad para la composición, los títulos fueron sucediéndose uno tras otro sin pausa (llegó a estrenar hasta cuatro obras en el mismo año). En París, ciudad en la que se estableció en 1824, compuso y dio a conocer la que iba a ser su última partitura para la escena, Guglielmo Tell (1829). A pesar de su éxito, el compositor abandonó por completo –cuando contaba treinta y siete años y por razones desconocidas– el cultivo de la ópera.

lunes, 27 de febrero de 2012

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Breve historia sobre la creación de la Bandera Argentina
La bandera argentina fue creada por Manuel Belgrano el 27 de febrero de 1812, durante la gesta por la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata; Belgrano tomó los colores de la escarapela que ya estaba en uso. La primera vez que la bandera se izó en Buenos Aires fue el 23 de agosto de 1812, en la torre de la iglesia de San Nicolás de Bari, donde hoy se encuentra el Obelisco.
La Asamblea de 1813 promovió en secreto su uso, pero no produjo normas escritas al respecto. El Gobierno no deseaba insistir en ese momento con símbolos independentistas.
Tras la declaración de independencia el 9 de julio de 1816, la bandera azul celeste y blanca fue adoptada como símbolo por el Congreso el 20 de julio de 1816; el Congreso le agregó el sol el 25 de febrero de 1818.
El 8 de junio de 1938, con aprobación del Congreso, el entonces Presidente de la Nación, Roberto M. Ortiz, promulgó la ley 12361. Esta dispone que el 20 de junio es el Día de la Bandera y lo declara feriado nacional, como homenaje a Manuel Belgrano (fallecido el 20 de junio de 1820).
Características de la Bandera Argentina
Está compuesta por tres franjas horizontales de igual tamaño, la superior y la inferior de color azul celeste, y la central blanca; en el centro, un sol amarillo oro.
Las medidas de la Bandera Oficial son 1,40 m de largo por 0,90 m de alto (es decir, una proporción 9/14).
Colores de la bandera Argentina
Los argentinos llamamos simplemente celeste al tono claro de azul de nuestra bandera (en inglés, el adjetivo cerulean significa lo mismo, “color del cielo”). De modo que celeste y blanca es más frecuente que azul y blanca al referirnos a la bandera. Más allá de esta definición, se ha debatido desde siempre cuál sería el tono exacto de este celeste o azul claro.

domingo, 26 de febrero de 2012

LA VIDA

PIZZERÍA BANCHERO - UN CLÁSICO BOQUENSE

El 28 de marzo se cumplen 80 años de la apertura de la pizzería más famosa de La Boca , que ha permanecido fiel al barrio que la vio nacer.
Pero esta historia comienza muchos años antes, cuando en 1893 Don Agustín Banchero llegó a la Argentina proveniente de Genova y se estableció en el barrio de La Boca. Tiempo después, instalaba en la calle Olavarría entre Carlos F. Melo e Irala la Panadería “Riachuelo” que atendía junto a su hijo Juan, lugar donde nace la Fugazza con Queso.
El 28 de marzo de 1932, Juan Banchero, ya independizado de la Panadería de su padre, inaugura junto a sus hijos Tito Antonio la Pizzería Banchero en la esquina de Brown y Suárez en La Boca.
Banchero pronto se trasformaría en el lugar predilecto de los boquenses y su fundador Juan Banchero es designado en 1934 “Emperador de la Fugaza con Queso” por la II República de La Boca. Por sus mesas pasaron consagrados artistas y personalidades como Tita MerelloLuis SandriniEva PerónPepe IglesiasJuan de Dios FilibertoAlfonsina StorniJuan Manuel FangioArturo Frondizi y Alberto J. Armando, entre otros.
Hoy sus paredes son testimonio y éxito. En el año 2002, al cumplirse su 70° aniversario, la Legislaturade la Ciudad la declaró sitio de Interés Cultural virtud de “sus aportes a la cocina argentina”.

                                                              DÉCADA DEL '30
                                                                  AÑO 2012

sábado, 25 de febrero de 2012

Entrevista / Antonio Dal Masetto

"Sentí que no estaba solo"

Con su reciente novela, Cita en el Lago Maggiore, el autor completa la trilogía iniciada por Oscuramente fuerte es la vida. En este diálogo cuenta cómo la literatura le mostró un mundo nuevo.
"La luz que todavía asistía sus días provenía de la reserva acumulada en la infancia; después todo fue desgaste." La frase de la última novela de Antonio Dal Masetto no es tanto un lamento melancólico como el reconocimiento de la potencia de las experiencias primordiales, un tema crucial de su narrativa. La reedición de sus novelas y cuentos permite revisar esa búsqueda tramada en una prosa realista y poética a la vez, que fue tornándose con el tiempo más ascética, en busca de una mayor precisión. Las tres primeras novelas que publica El Ateneo, Oscuramente fuerte es la vida (1990), La tierra incomparable (1994) y la reciente Cita en el Lago Maggiore (2011), son sus trabajos más personales, en los que narra, esclarecidas por la ficción, la niñez y la juventud campesinas de su madre en Italia hasta su partida hacia la Argentina, el regreso al pueblo natal en la vejez, y su propio viaje a ese mundo originario. Derroteros en los que intenta poner en palabras "el descubrimiento de un especial espesor de la vida".
-Mi interés por la literatura comenzó con una fuerte pasión como lector. De chico leía novelas de aventuras, sobre todo las de Emilio Salgari y Julio Verne, pero sólo accedí a otra literatura mucho después, cuando cambié de idioma. A los doce años llegamos a América y fuimos a vivir a Salto, un pueblo de Buenos Aires. Allí descubrí la clásica biblioteca popular de provincia. Algunos libros me mostraron que había mundos diferentes, autores que escribían sobre conflictos humanos y emocionales de cuya existencia yo no tenía idea. No tenía a nadie con quien hablar de libros; con los otros chicos sólo jugaba al fútbol. En la adolescencia, aparecieron conflictos angustiantes que sentía que no podía contar a nadie, y que tampoco habría sabido explicar muy bien. A los dieciséis años, un autor que ya no recuerdo, creo que alemán o ruso, me tocó profundamente. Era una novela escrita como una autobiografía, que contaba una historia igual a la mía. Sentí que no estaba solo en el mundo, que había otro como yo y que podía haber más. Mi experiencia era tan similar que empecé a pensar que también podía escribir sobre ella. Pero recién a los dieciocho años, cuando decidí irme del pueblo para ver qué pasaba en la ciudad de Buenos Aires, empecé a borronear los primeros cuentos.
-Esa pasión produjo ocho novelas y varias colecciones de relatos que hoy vuelven a publicarse. Las primeras novelas que se reeditan cuentan la experiencia de su madre en Intra, su pueblo natal de Italia. ¿Qué lugar ocupan en el conjunto de su obra?
-Me suena extraño decir "mi obra", suena demasiado ambicioso. Esta trilogía es importante porque toca un costado muy íntimo. En los primeros dos libros, el personaje de Agata está basado directamente en la vida de mi madre. El primero narra su niñez y la venida a América con nosotros. Para escribirlo me senté a conversar largas horas con ella.
-¿Qué motivó esa narración?
-Me sentí obligado a escribir algo sobre los inmigrantes europeos. Necesité hacer una suerte de homenaje a los que vivieron esa experiencia. Pero mientras desarrollaba la idea, pensé que valía la pena contar cómo había sido su vida antes de subir al barco.
-¿Por qué eligió evitar el relato directo de la inmigración?
-Lo pensé en algún momento, pero no le encontré la vuelta. Esa historia ya estaba suficientemente registrada en novelas, fotos, películas y crónicas. La idea de Oscuramente fuerte es la vida respondió también a una curiosidad personal. Le dije a mi madre, que seguía viviendo en Salto, que me hubiese gustado conocer la historia de su vida cuando era chica. Me costó convencerla de que hablara frente a un grabador, lo miraba con mucha desconfianza. Pero por fin se acostumbró y fue realmente muy interesante. Tanto desde el punto de vista literario como personal, porque es muy poco lo que uno sabe de sus padres. Se conoce su historia a partir de que uno nace, pero su vida previa suele ser más oscura. Más teniendo en cuenta que mis padres eran campesinos y obreros, gente de montaña, silenciosos y callados. No se hablaba de temas íntimos. Así que el nacimiento de este primer libro fue un buen aprendizaje.
-Aunque está basado en entrevistas, es notable el trabajo en la creación de una voz femenina potente.
-Lo narrado es casi todo un reflejo fiel de la realidad, con algunos agregados para ordenarla, pero hubo mucha reescritura. La estructura familiar, los personajes son reales, pero no es fácil, no se trata de grabar y después transcribir. Tenía la voz de mi madre y su forma de hablar en el grabador, así que una opción era reflejarla y limitarme a lo que ella decía. Pero de ese modo perdía muchísimas cosas implícitas en su historia que ella no expresaba. La otra posibilidad era que yo interviniera, pero no quería que se notara la marca de mi propio pensamiento. Fue una larga búsqueda hasta encontrar el término medio. Aparentemente no salió mal, porque nadie notó más de una voz. Cuando se hace literatura con historias reales, la fidelidad de la escritura no se sostiene con sólo transcribir los hechos. Hay que manejar la realidad, equilibrarla, porque suele exagerar. Uno cree en esa realidad "exagerada" cuando lee el diario, pero los mismos hechos en una novela pueden ser inverosímiles. En esta novela aplané ciertas escenas porque eran excesivas. Por ejemplo, cuando la madrina de Agata le cuenta los dramas de su vida: su padre perdió todo, los hermanos se dispersaron, ella fue recluida con las monjas y los hermanos con los curas, un hermano se enfermó de tuberculosis. Cuando Agata le pregunta a la madrina por su madre, ella se niega a responderle. Yo sabía lo que había pasado, pero tuve que dar un rodeo para no hablar de ella. La realidad es que la madre terminó en un manicomio. Era demasiado, me iban a decir: "Dal Masetto, ¡dejate de joder!".
-La novela describe la formación de una conciencia libre en Agata. Luego de que nace su hijo, en un momento de soledad, la conciencia de su capacidad de acción se despierta a través de sus recuerdos. ¿Cómo piensa esa relación entre memoria y libertad?
-Lo que la memoria rescata son elementos de sostén. Son palenques, zonas de fortaleza. Por su propia constitución, Agata es una mujer fuerte que puede afrontar las desgracias personales y sociales. Pero esa fortaleza tiene un anclaje en ciertos elementos de su mundo de entonces, fundamentalmente la casa de su infancia y juventud. Es un lugar de privilegio, real y recreado en el recuerdo, donde se puede refugiar de la amenaza exterior. También encuentra apoyo y alivio en las montañas, los ríos, la naturaleza en la que se crió.
-¿Por qué decidió seguir el relato?
-Unos años después hice mi primer viaje a Italia, lo que me permitió contar el regreso de Agata. Fue una situación de trabajo interesante, porque desde el momento en que abordé el avión en Ezeiza me propuse verlo todo a través de sus ojos. Estuve unos meses allá y visité Intra. Al borrar mis conocimientos anteriores y experimentar cómo vivía ella la vuelta, pude hacer mía también su experiencia. Yo también tenía un recuerdo de mi niñez, hasta los doce, y tenía una imagen idílica del lugar. Me encontré con un pueblo cambiado, sobre todo por la violencia y la xenofobia de su gente. No pude conectarme con aquellas cosas que creía propias en el recuerdo. Los lugares, las casas y puentes estaban iguales, pero luego de verlos ya no eran míos. No había forma de acercarse. Yo mismo había cambiado. En La tierra incomparable traté de elaborar ese duelo. Ágata va a buscar un mundo idílico y se encuentra con esos cambios terribles que en realidad remiten sólo a la parte negra de su pasado, a las persecuciones del fascismo. Ahora se da cuenta de que eso sigue allí, y de que su mundo ya no es recuperable.
-¿Qué disparó la escritura del último capítulo, Cita en el Lago Maggiore ?
-Mi hija se fue a vivir a Palma de Mallorca, yo viajé y la busqué para que conociera mi pueblo natal. En esencia es lo que yo sentí y viví en ese viaje: el aprendizaje de un padre que no logró conectarse con su pasado pero que a través de la mirada y la presencia de su hija lo puede recuperar. A la hija le pasará algo análogo al descubrir un mundo que sólo conoce como un relato. Los errores del padre, sus amores y temores de niño, se trasladan al presente para pasarle su mundo a la hija. La intención de este libro es que ellos transiten juntos un camino nuevo, y creo que lo logran.
-En un momento el padre se detiene a mirar los rostros de la gente que pasa y reconoce finalmente las buenas y malas cosas que vivió en aquel lugar, pero al verse al espejo, sólo encuentra la cara de alguien que busca algo sin saber qué es. ¿De qué se trata esa búsqueda?
-El personaje está a punto de tocar lo que busca, pero se le esfuma. Está esperando que la respuesta venga de su hija. El viaje le da una experiencia importante, pero no una respuesta. Nunca tenemos respuestas concretas ante nada, siempre estamos acechándolas. Por eso la poesía es el mejor acercamiento a la realidad. Los poetas utilizan el lenguaje para tocar zonas de sensibilidad que se acercan a una verdad, aunque nunca acceden del todo. En ese movimiento se logra una emoción muy fuerte que, de algún modo, es la única respuesta.

DE ITALIA A LA ARGENTINA

Cuando Dal Masetto llegó al país con su familia, tenía 12 años. Le llevó tiempo aprender el castellano. "Estaba cansado de que me cargaran. Sufrí mucho. Me sentía un marciano", confesó a la revista dominical de La Nacion en 1998.
Duplicó esfuerzos para adaptarse: trabajó de albañil, heladero, empleado público, vendedor ambulante, pintor y carnicero. Se obligó a dominar el lenguaje. Entonces se nacionalizó y se convirtió en escritor. A los 26 años obtuvo una mención en el premio Casa de las Américas por su primer libro de cuentos, Lacre . A los 30, publicó su primera novela, Siete de oro . En 1990 ganó definitivamente la batalla, junto con el Primer Premio Municipal por Oscuramente fuerte es la vida .
Dos novelas suyas fueron llevadas al cine: en 1985, Hay unos tipos abajo , dirigida por Emilio Alfaro y Rafael Filipelli, y en 1992, Siempre es difícil volver a casa , cuyo realizador fue Jorge Polaco.
Por Martin Lojo  | LA NACION- ADN

lunes, 20 de febrero de 2012

LA POETA POLACA


La otra noche, en una cena después de un concierto, mi amiga, la poeta Charo Ruano, me decía a propósito de la muerte de la poeta polaca Wislawa Szymborska, que el Premio Nobel quedaba justificado por el simple hecho de habernos dado a conocer a esta escritora.


¡Cuanta razón, querida Charo! Desde que la descubrimos gracias al premio (muy pocos la conocían anteriormente), no hemos podido sacarla de nuestras cabezas y nuestros corazones. 
La hemos leído de cabo a rabo y de norte a sur. Hemos recomendado sus libros, copiados sus poesías en blogs, cuadernos, o papeles sueltos perdidos en el fondo de algún bolso.
Nos hemos emocionado, hemos sonreído, nos ha hecho perdernos y encontrarnos y nos ha devuelto la fe en la poesía auténtica, sin artificios ni falsos engolamientos. Esa poesía natural, con palabras precisas, -huía siempre de las grandes palabras-reflexiva y que nos toca el corazón sin sentimentalismos baratos ni cursiladas floridas. 


Yo la poesía de la Szymborska me la creo, como me pasa con Ángel González o Álvaro Valverde, por citar dos poetas que sigo y admiro.
Y me la creo porque nada es gratuito, no hay adornos ni florituras y me dice las cosas que querría decir yo si supiera escribir y quisiera expresar, de forma poética, lo que me pasa, lo que veo o lo que siento.
Nada más recibir el Nobel, y una vez pasado el asombro inicial, la poeta polaca se introdujo en nuestras lecturas y en nuestras vidas con la naturalidad del que siempre estuvo a nuestro lado sin que nosotros lo supiéramos.


Hace unos días decía, de ella, el escritor y poeta Eduardo Jordá:

"El famoso poema del gato que se queda solo tras la muerte de su dueño –"Un gato en un piso vacío"– empezó a ser uno de los poemas más leídos en funerales y ceremonias fúnebres. El lehendakari Patxi López leyó un poema de la Szymborska en su discurso de investidura. Alfabia, la editorial de la mallorquina Diana Zaforteza, publicó hace poco Lecturas no obligatorias, las maravillosas reseñas de libros en las que Szymborska hacía sus inteligentísimos comentarios sobre Montaigne o la poesía china, pero también sobre la jardinería, la vida extraterrestre o el arte floral. Y hace pocos días leí que la princesa Mette-Marit de Noruega había felicitado el cumpleaños de su hija en twitter. El hecho en sí, por supuesto, no tenía nada de excepcional. Lo raro era que lo había hecho con un poema de Szymborska. Me pregunto si la poeta tuvo tiempo de enterarse, antes de que la muerte la sorprendiera durmiendo en su casa de Cracovia, el miércoles pasado, a los 88 años, una edad que no está nada mal para una mujer que había fumado sin parar desde hacía muchos años, y que cada vez que le aconsejaban dejar de fumar, respondía que había ido a demasiados entierros de no fumadores como para tomarse en serio la amenaza del tabaco."

Le tocó vivir uno de los periodos más negros de la historia del mundo –Hitler invadió Polonia cuando ella tenía 16 años–, pero ella nunca perdió el sentido del humor. Todas las fotos que encontramos de ella, muestran a una anciana sonriente, fumadora empedernida y transmiten una sensación de paz y sosiego, de alegría de vivir y fuerza interior.

"Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre. / Día tras día, / año tras año / pueden transcurrir sin ella. / A veces solo en el arrobo / y los miedos de la infancia / anida por más tiempo. / A veces nada más en el asombro / de haber envejecido”.

Siempre discreta, huía de protagonismos y grandes eventos sociales, tímida y poco ambiciosa, vivió su vida con coherencia, elegancia y sencillez.

Sus libros, con excelentes traducciones de Abel Murcia y Gerardo Beltrán, formarán parte de ese puñado de tesoros que ocupan un lugar preferente en nuestras bibliotecas.

Al final, el tabaco le pasó factura, una factura barata- murió sin sufrimiento, con 88 años, mientras dormía en su casa- tranquila y sin alboroto, con esa discreción a la que nos acostumbró desde que la descubrimos, desde que empezamos a leerla, quererla y admirarla.

Me ha costado mucho seleccionar un poema suyo de entre todos los que me gustan. Al final he escogido este, con mi...
Agradecimiento


Debo mucho
a quienes no amo.

El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.

La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.

Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
yeso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.

No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.

Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.

Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.

Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.

Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.

Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.

"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.

De "El gran número" 1976
Versión de Abel A. Murcia

de Isabel - Miradas

ALICIA


Mis "Alicias", esa colección que llevo años atesorando, escogiendo, alimentando y disfrutando, han salido del cálido lugar en el que se refugiaban y están ahora, expuestas a muchas otras miradas, en la Sala de Exposiciones de la Biblioteca Torrente Ballester de Salamanca.

Fue uno de mis primeros libro-libro. Es decir, uno de los primeros que dejó de ser "infantil", para transportarme al mundo de la letra impresa, de las páginas llenas de palabras y menos dibujos, al mundo de las  historias largas, con personajes, trama y final feliz.
Un ejemplar de la editorial Juventud, con dibujos de Walt Disney que me regaló mi madre una -supongo-fría mañana de invierno (en su interior está la fecha en la que lo recibí), en la que yo permanecía acurrucada en la cama con un fuerte sarampión.
Recuerdo la sensación de rasgar el papel de regalo y aspirar el olor que salía de sus páginas, la sensación de tener un libro-libro por primera vez entre mis manos, y que fuera mío, y que pudiera volver a él tantas veces como deseara. La sensación de apartar los álbumes infantiles repletos de ilustraciones para hacerle hueco a ese tesoro que, sin yo saberlo, iba a marcar el inicio de una pasión lectora.

Fue un libro que me produjo cierto desasosiego, cierto misterio, un poco de miedo y alguna sonrisa ante aquellos disparatados diálogos tan infrecuentes en mi mundo de los 5 o 6 años.
Volví a él muchas veces a lo largo de los años siguientes descubriendo, fascinada, que las lecturas de ese libro iban cambiando conmigo. Que, a medida que yo crecía, el libro crecía conmigo volviéndose más fascinante, dando respuestas a las preguntas que mis nuevas experiencias vitales iban sugiriendo. 
Y en ese tiempo fui descubriendo nuevas ediciones, ya no adaptadas para niñas/os, ya no con dibujos de Disney sino de John Tenniel, el ilustrador original.
Otra Alicia en las formas y en el fondo. Una Alicia que, como yo, se iba despidiendo de su inocencia infantil y se enfrentaba, con miedo, a los cambios que su cuerpo y su alma experimentaban.

Y, poco a poco, ese libro se convirtió en un compañero de viaje del que fui descubriendo muchas cosas. Conocí a su autor, el reverendo y matemático, Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por el seudónimo de Lewis Carroll.
Descubrí su pasión por las matemáticas, por la lógica, por la fotografía y por las niñas.
Su timidez, su capacidad fantástica para inventar relatos y las acusaciones y vejaciones que sufrió cuando su amor por las niñas, se transformó en una perversión para los recatados ciudadanos de la Inglaterra victoriana.

Y más tarde, mucho más tarde, fueron llegando Alicias de la mano de amigos, amigas, familiares y conocidos.
Alicias de todas partes del mundo, en todas las lenguas y ediciones y de muchos y diferentes ilustradores internacionales. Ejemplares de librerías de viejo, con olor a moho y años, ejemplares troquelados o en forma de puzzle, álbumes de cromos, o con láminas.
Y con ellos llegaron objetos: cartas, postales, cajitas de música, rompecabezas, muñecos de madera... que parecían haberse escapado de las páginas, tomado forma y darle sentido a una historia subterránea que nunca llegaba a conocer del todo.
Y con cada libro y cada objeto, yo iba escribiendo una historia paralela. La historia de mis relaciones, de mis sentimientos, de mis hallazgos y mis pérdidas.

Esta es una colección de "Alicias", sí, pero es también mucho más. Es la historia de mi vida a través de un libro que una tarde de verano, un reverendo matemático inglés inventó para Alicia Liddle y sus hermanas, durante un paseo en barca por el Támesis.
Él no sabía cuan lejos llegaría su historia. Yo tampoco.




















Alicia -de Isabel- blog: Miradas

UNA MUJER EXQUISITA


Una mujer exquisita no es aquella que más hombres tiene a sus pies, sino aquella que tiene uno solo que la hace realmente feliz.

Una mujer hermosa no es la más joven, ni la más flaca, ni la que tiene el cutis más terso o el cabello más llamativo… es aquella que con tan solo una sonrisa y un buen consejo puede alegrarte la vida..

Una mujer valiosa no es aquella que tiene más títulos, ni más cargos académicos, es aquella que sacrifica su sueño por hacer felices a los demás.

Una mujer exquisita no es la más ardiente, sino la que vibra al Hacer al amor solamente con el hombre que ama.

Una mujer interesante
no es aquella que se siente halagada por ser admirada por su belleza y elegancia, es aquella mujer firme de carácter que puede decir NO.

Y un hombre,
un hombre exquisito es aquel que valora una mujer así.

 de Vitaminas para el alma


Walser en el teatro del mundo

La edición individual de Historias y de una biografía literaria permiten profundizar en la vida y obra de un escritor enigmático y encantador.

Entre mediados de los años veinte y principios de los treinta del siglo pasado, cuando ya había escrito sus libros más importantes y estaba a punto de recluirse voluntariamente en el asilo donde abandonaría la expresión escrita, el suizo Robert Walser (1878-1956) se dedicó a llenar de frases todo tipo de soportes: hojas de calendarios, facturas, fajas de periódicos, papeles del tamaño de una tarjeta. Poco tiempo antes había reemplazado la pluma por el lápiz. La tinta le resultaba demasiado solemne y definitiva frente a la flexible blandura de la mina. El trueque afectó su manera de escribir: la letra se fue reduciendo hasta convertirse en "microgramas", signos que, de tan diminutos, resultaban ilegibles. Los especialistas Bernhard Echte y Werner Morlang se enfrentaron a esos jeroglíficos y, entre 1985 y 2000, dieron a conocer seis volúmenes (que en la versión española son tres) que hicieron de Walser un interrogante todavía mayor.
Al escribir de corrido, sin vuelta atrás, los microgramas producen transiciones bruscas. Una narración, casi sin advertirlo, se convierte en otra. Paradójicamente, esas fluctuaciones acentúan la impresión de continuidad. Los temas y el fraseo son los de siempre (una mirada desajustada frente al mundo, un optimismo agridulce, una autonegación que se acerca a la santidad plebeya), pero la distracción que los guía es esta vez extrema. No todo se entiende, pero es siempre susceptible de convertirse en cita.
Aquellas anotaciones fragmentarias permiten leer de manera novedosa los relatos de Historias , volumen que Walser publicó mucho antes, en 1914. Vuelven más evidente la leve desconexión que estructura su literatura. En Robert Walser. Una biografía literaria , Jürg Amann describe con precisión al maestro de las formas mínimas que puede encontrarse en estos cuentos: "Es un innovador en la consecución de requiebros y gentilezas artísticas -anota-. Su mérito más elevado es haber elevado la redacción escolar al rango de literatura [...]. Escribe frases que parecen notas a pie de página de otras frases que, sin embargo, no están ahí, por lo que es preciso imaginárselas. Las oraciones subordinadas son principales; las principales, subordinadas".
Historias estaba incluido en la edición de Vida de poeta publicada en español por Alfaguara hace dos décadas, pero nunca había sido editado de manera individual. En sus veintiún relatos se corrobora hasta dónde todo lo que Walser toca se convierte en un autorretrato velado, algo que también sucede, bajo otras configuraciones, en sus tres novelas extensas ( Jakob von Gunten ,Los hermanos Tanner , El ayudante ). Susan Sontag colocó al escritor suizo entre Heinrich von Kleist y Franz Kafka (también podría ocupar un lugar entre Hölderlin y Joseph Roth). En "Kleist en Thun", Walser parece darle la razón. La descripción del autor de Michael Kohlhass , que "quiere entregarse por entero a la mala estrella de los poetas", es una prolongación de los deseos de Walser, tímidos comparados con la histeria del suicida romántico. No es el único poeta que figura en estas páginas. Wenzel, "el genio" que no teme pedir limosna mientras piensa cómo revolucionar el mundo al día siguiente, álter ego soñador del propio escritor, aparece en más de un relato.
La fascinación por las representaciones teatrales y el vano intento de Walser de convertirse en actor permean la colección. En "La prueba del talento", una actriz consagrada rechaza al aspirante con las palabras que él mismo seguramente tuvo que escuchar en su juventud: "Le falta la llama sagrada y fervorosa, el ojo, el par de labios, la mejilla móvil y amenazadora [?]. Estoy contentísima, estimado joven, de haberlo prevenido e intimidado". En "Una velada teatral", en cambio, como si Felisberto Hernández y sus pianistas encontraran en el escritor suizo a su precursor, el narrador alcanza a tocar a las mujeres con los ojos.
Walser trabajó muchos años como empleado contable en oficinas superpobladas. Otros relatos presentan secuaces de Goliadkin o de Bartleby que anteceden las maquinarias burocráticas kafkianas. Son la versión amable y picaresca del Instituto Benjamenta, la escuela de servidores deJakob von Gunten (1909). En "Una mañana", el oficinista Helbling tiene como único objetivo disimular laboriosidad para entregarse a sus ensoñaciones y permitir que pase la mañana, y en "El diario de un alumno" la descripción del carácter de distintos profesores es el territorio ideal para esas perfectas frases perdidas, salidas de la nada, que proliferan en cada página: "Un hombre capaz de vapulear tan magistralmente -se lee de un maestro afecto a los castigos- ha de ser, en cierto modo, humano".
El lector que busque un riguroso relato al estilo anglosajón seguramente se sentirá defraudado porRobert Walser. Una biografía literaria . El libro, sin embargo, aborda la vida de su protagonista de la mejor manera: sin aserciones. Un capítulo breve y lírico de Jürg Amann, que sigue la cronología y trata de captar las motivaciones íntimas del escritor, hace pendant con fragmentos de la propia obra de Walser. La antología va ilustrando de propia voz cada una de las etapas de su existencia: el efecto duradero que tuvo en él la depresión de la madre, el papel que cumplieron sus muchos hermanos (principalmente el escénografo y pintor Karl), su inclinación por los trabajos temporarios, la década que pasó en Berlín, sus mudanzas permanentes de pensión en pensión. También refiere algunas anécdotas, como aquella vez que Walser fue invitado a leer públicamente en Zúrich algunos de sus textos. Los organizadores consideraron que su alemán oral era defectuoso, y el escritor, después del anuncio de que no había podido acudir por encontrarse enfermo, se quedó escuchando, sentado en primera fila, cómo otro leía sus escritos. La casta de los editores parece ser lo único que altera su humor. Alguna vez, cuenta Amann, convocó a uno de ellos, por medio de una carta, al altillo en el que vive. El editor se digna a ir y es recibido por un sirviente, que va a darle aviso al escritor. Cuando aparece, el invitado descubre que se trata de la misma persona, vestida con ropa distinta. El chiste no le gusta pero menos gracia le causan las desmedidas exigencias pecuniarias de ese autor al que ni siquiera conoce. Walser le escribiría más tarde a Max Brod: "Los escritores, que a los ojos de los editores son una banda de desharrapados, deberían tratar a éstos como cerdos roñosos".
Amann intenta comprender las razones por las que, al ritmo de su grafía, Walser fue apartándose del mundo hasta terminar refugiándose en el asilo de Herisau, donde permaneció durante más de dos décadas. En uno de los últimos microgramas (la biografía no los contempla) una mujer le comenta al escritor: "Es usted una figura novelesca por excelencia. Las novelas que ha escrito, por hermosas que sean, no pueden competir con su personalidad". Quizá esa percepción de sí mismo, que lo entristecía, le haya permitido entrever que pertenencia a un linaje de escritor poco frecuente: aquél en que vida y obra son parte del mismo orden.
Una biografía literaria incluye una notable colección de fotografías. Entre ellas, las del final. Walser acostumbraba hacer largas caminatas en las inmediaciones de Herisau, acompañado por Carl Seelig (su tutor, albacea y autor del ineludible Paseos con Robert Walser ). En la Navidad de 1956 salió solo, y fue derribado por un ataque. Las fotos de un muerto deberían ser algo solemne, pero hay algo que supera cualquier tristeza en las dos tomas de su cuerpo sobre la nieve que se reproducen al final del volumen. Walser tiene la mano derecha sobre el pecho y la izquierda hacia atrás, en un último saludo. Es un artista, tal vez el actor que había querido ser, que se despide, sereno, en paz consigo mismo, del teatro del mundo..
Por Pedro B. Rey  | LA NACION
ADN



Beethoven por Alexander Panizza

El conjunto de 32 sonatas que Beethoven escribió entre 1792 y 1822 constituye una minuciosa autobiografía y una colosal "novela de formación", género tan de moda en esa época. En ese ciclo, el compositor puso, para usar una frase posterior de Charles Baudelaire, su "corazón al desnudo" y, a la vez, contó una relación, la que él mismo mantuvo con el piano, el instrumento confesional por excelencia. Entre abril y noviembre de 2010, en el Teatro Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España, a orillas del río Paraná, Alexander Panizza distribuyó en ocho conciertos una integral de ese ciclo tan transitado y, sin embargo, persistentemente inasible. La Municipalidad de Rosario y el sello :e(m)r; acaban de publicar los tres primeros volúmenes (seis discos en total), de una serie que se completará con otras tres cajas dobles y que recupera esos registros en vivo con un sonido espléndido. La publicación, como los conciertos mismos, sigue un orden estrictamente cronológico: esta primera entrega empieza con la sonata opus 2 y llega a la opus 28.
 La lectura de Panizza es titánica y valiente. No se ampara en la comodidad de reproducir enfoques anteriores y encuentra su propia voz en la imperiosa voz beethoveniana. No es simplemente una cuestión de virtuosismo, aun cuando el virtuosismo sea la condición de posibilidad de muchas de las sonatas. Panizza despliega más bien un arte de las resonancias; resonancias en el interior de cada sonata y entre las sonatas mismas. Un ejemplo es el final del primer movimiento de la sonata opus 27 n° 2: el Allegretto empieza cuando todavía no terminó de disiparse del todo el Adagio. Pero la resonancia mayor es la del conjunto: Panizza parece haber pensado cada sonata en relación con las demás, como estaciones de un recorrido unificado.
Las notas que acompañan los discos, ejemplo de concisión y perspicacia, son del propio pianista. Si bien no ofrece allí detalles acerca de sus elecciones interpretativas, sus observaciones sobre cada sonata desnudan el modo en que las entiende. Cuando leemos que, para él, la Pastoral es "un fresco de profunda serenidad, una naturaleza sin la presencia del hombre", entendemos enseguida por qué la aparente inhumanidad de la lectura (una especie de distancia objetiva) alude justamente a aquello humano que está ausente. Panizza es capaz de los giros más abruptos y de la mayor sutileza. Parece no haber secretos para él: en el movimiento central de la Patética logra la atmósfera de un auténtico lied , y en el rondó de la sonata opus 10 n° 3, después del oscurísimo "Largo", uno de los momentos más melancólicos de toda la música de Beethoven, realiza admirablemente ese aire de fantasía o de improvisación feliz.
La interpretación del ciclo acaso sea una tarea para toda una vida: un espejo que interpela a los pianistas. Panizza consigue que lo reconozcamos reflejado en ese espejo..
ADN CULTURA-LA NACIÓN

domingo, 19 de febrero de 2012

Donde manda marinero -- Andrés Calamaro     de 

Con el corazón nuevo vuelve el capitán al barco
con los pecados nuevos que las redes perdonaron
quién sabe cuánto túnel del tiempo tiene que pasar
sólo pensar le da mucho tiempo al barrendero del mar.

Con el crudo en las bodegas volveré a buscar
Todo el tiempo vivido que hemos perdido sin protestar
Voy a invitar primero al olvido a lo ajeno
Voy a pasar a retiro de un tiro el culpable de mi soledad

Voy a pasar a retiro de un tiro el culpable de mi soledad

No sé que quiero pero sé lo que no quiero
Sé lo que no quiero, y no lo puedo evitar
Puedo seguir escapando y aún lo estoy pensando,
Lo estoy pensando pero estoy cansado de pensar

El marinero del río no tiene calor ni frío
La ciudad no tiene puerto y se siente muy vacío (ay que pena!)
Últimamente ha perdido su capacidad de sorpresa
En un vaso de cerveza caliente fue que se la olvidó

Quiero elegir del mapa un lugar sin nombre a donde ir
Será el lugar donde viva lo que quede por vivir (y eso es mucho tiempo!)
Por eso de cada viaje me traigo el equipaje perdido
Por eso es que he decidido nunca olvidar, nunca olvidar

Por eso es que he decidido nunca olvidar, nunca olvidar

No sé que quiero pero sé lo que no quiero
Sé lo que no quiero, y no lo puedo evitar
Puedo seguir escapando y aún lo estoy pensando,
Lo estoy pensando pero estoy cansado de pensar

No sé lo que tengo pero sé lo que no tengo
Sé lo que no tengo porque no lo puedo comprar
Puedo seguir cantando pero sigo esperando
Sigo esperando pero estoy cansado de esperar

No sé que quiero pero sé lo que no quiero
Sé lo que no quiero, y no lo puedo evitar
Puedo seguir escapando y aún lo estoy pensando,
Lo estoy pensando pero estoy cansado de pensar

Suma y sigue     de 

Un lastre perdido
Y el que aún llevo
Tres puntos suspensivos
Y un amortizado ardor de corazón

Y este adiós
Este hasta luego
Labios compartidos
Medio corazón

Dos o tres ingresos nuevos
Al menos una repatriación
Las ganas que tengo de estar sin ti en este momento
Esta ansia de verte
Mi colchón

Algún desprecio
Este largo invierno entre dos viernes
Ese martes que no entiendo aún por qué llegó
Este día tan largo
Estos recuerdos
Fotos olvidadas, desparramadas...

Este vino de Oporto
Este mal fado
Algo de Lambrusco
(nunca viene mal)
Amigos para siempre, que se fueron
Aquellos extraños besos, que se van

Aquel dolor borrado que vuelve,
como Lázaro, a caminar
Un abrazo, corto,
que aún recuerdo
Esa mirada verde
Este lunar marrón

Estos colores que están ya descoloridos
Algunas noches como aquella
Tantos días como el de hoy
La vez que no te dije lo que me prometí
Las vez que el verbo voló

Demasiado tiempo sin escribir
Un barco de vapor
Muy pocos sueños que se cumplieron
Algunas sorpresas que recordaré
Muchos regalos
Muchos consejos
Algún desvelo
Algún control

Cinco canciones
que desnudan los nortes de mi espíritu
Siete puntos cardinales
Ningún estribillo para tu canción

Una princesa
Una rumba anhelante de paseos
Un anhelo de juegos, de quietud
Cuatro quemaduras,
ya muy adentro
La que me queda a flor de piel
Veintitrés días
Cinco momentos

Tres almacenes llenos de risas
Un carro diario de comprensión
Ciento treinta letanías antes de dormir
Un hueco en mi cama
Una sensación

Ese amanecer que no ha llegado
La copa con la que brindaré
La arena en la playa
La botella en mi mano
Y a un lado...