Te invito a que hagas una pequeña experiencia.
Si te paras en medio de la noche, debajo de las estrellas,
y te quedas quieto y en silencio, el viento comenzará a soplar y vas a poder escucharlo.
Poco a poco, podrás descubrir que el viento gime.
Es el llanto de hambre de muchos niños,
es el llanto de las madres que perdieron a sus hijos en guerras inútiles,
es el llanto de los desocupados en un mundo que los ignora,
es el llanto de los que están solos y olvidados,
es el llanto de los enfermos, de los presos…………....
es el llanto del mundo.
Pero, si te tomaras de la mano de otro y prestas atención,
el viento también te hará escuchar:
desde Calcuta, el murmullo de la sensibilidad;
desde la Rioja, la voz de Angelelli que habla con un oído puesto en el pueblo, y el otro en el Evangelio;
desde "Los Piletones" de Villa Soldati, el grito de la solidaridad;
desde el Salvador de Oscar Romero, la voz de los que no tienen voz;
desde los niños, la sonrisa de Dios confiada al mundo;
desde tus padres, la entrega generosa;
desde la india, en Gandhi, el deseo de paz;
desde la Villa 31, memoria del padre Carlos, el compromiso con los pobres;
desde los jóvenes, la esperanza en el cambio………....
Y por último, haz un esfuerzo
y, por un instante, aguanta la respiración y sigue en silencio.
Descubrirás que hay un "ruido" de fondo.
Es el "ruido" en el que los científicos dicen haber descubierto el eco de la primera explosión del universo.
Pero no te engañes;
ese "ruido" no es otra cosa que el aliento de Dios que sopló sobre el hombre.
Y si dejaras que esa brisa suave penetre en tu interior, podrás decir que, desde nosotros, el viento llevará por todos los pueblos, el deseo y el compromiso con un mundo mejor.
María Inés Casalá
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