lunes, 23 de julio de 2012

LA ESENCIA

¿Dónde está la línea que divide los actos propios de nuestra naturaleza y aquellos que son conductas aprendidas? ¿Somos demasiado buena gente o simplemente tontos? ¿Somos repulsivamente malos o simplemente inteligentes?



La Fábula del Escorpión y el Sapo
Un sapo se encontraba disfrutando de las delicias de una mañana en la selva después de una tormenta. De pronto vio a uno de esos venenosos escorpiones que en el margen del río luchaba por pasar a la otra orilla. La cara le parecía conocida, pero no reparó en ello. Lo que le importaba era que el otro animal se encontraba en peligro y podía ayudarlo:
-¿Podrías dejarme subirme encima de ti para pasar el río? El agua sube constantemente y en cualquier momento la crecida pudiera llevarme­.
El escorpión imploraba, el sapo respondió con la sabiduría ganada en otras ocasiones:
-Si te ayudo vas a clavar en mi espalda tu aguijón y me ocasionarás la muerte…
“¿Cómo crees? Respondió el otro ­”si te mato yo también moriría en semejante intento”.
Ante la filosofía de la supervivencia, el Sapo creyó sensato lo que decía el ponzoñoso y lo cargó sobre su lomo. En medio del río, el escorpión incumplió su promesa y clavó su espada venenosa en la espalda del Sapo. El noble batracio que se había prestado de barco para la inusual travesía le reprochó al escorpión su deslealtad: “Pero… ahora moriremos los dos…” casi suspiró, mientras el veneno del agresor irremediablemente cegaba su vida. “Lo siento Sapo, … no pude evitarlo,… es mi naturaleza.” respondió el escorpión que ya había comenzado a tragar agua y estaba a punto de caer a las profundidades del río.

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