¿Dónde está la línea que divide los actos propios de nuestra naturaleza y aquellos que son conductas aprendidas? ¿Somos demasiado buena gente o simplemente tontos? ¿Somos repulsivamente malos o simplemente inteligentes?
La Fábula del Escorpión y el Sapo
Un sapo se encontraba disfrutando de las delicias de una mañana en la selva después de una tormenta. De pronto vio a uno de esos venenosos escorpiones que en el margen del río luchaba por pasar a la otra orilla. La cara le parecía conocida, pero no reparó en ello. Lo que le importaba era que el otro animal se encontraba en peligro y podía ayudarlo:
-¿Podrías dejarme subirme encima de ti para pasar el río? El agua sube constantemente y en cualquier momento la crecida pudiera llevarme.
El escorpión imploraba, el sapo respondió con la sabiduría ganada en otras ocasiones:
-Si te ayudo vas a clavar en mi espalda tu aguijón y me ocasionarás la muerte…
“¿Cómo crees? Respondió el otro ”si te mato yo también moriría en semejante intento”.
Ante la filosofía de la supervivencia, el Sapo creyó sensato lo que decía el ponzoñoso y lo cargó sobre su lomo. En medio del río, el escorpión incumplió su promesa y clavó su espada venenosa en la espalda del Sapo. El noble batracio que se había prestado de barco para la inusual travesía le reprochó al escorpión su deslealtad: “Pero… ahora moriremos los dos…” casi suspiró, mientras el veneno del agresor irremediablemente cegaba su vida. “Lo siento Sapo, … no pude evitarlo,… es mi naturaleza.” respondió el escorpión que ya había comenzado a tragar agua y estaba a punto de caer a las profundidades del río.
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