lunes, 18 de marzo de 2013

NEUROCIENCIAS


“El cerebro de un monje que meditó toda su vida está más desarrollado”

POR FABIÁN BOSOER

Las neurociencias nos permiten hoy conocer detalles de lo que ocurre en nuestras cabezas cuando pensamos y sentimos. Es un cambio formidable, explica este especialista.
Mapas cerebrales. “Actualmente, la diferencia la hace la gente que tenga entrenado todo su cerebro, no solo el lado izquierdo”, dice Bachrach /LORENA LUCCA

Es doctor en biología molecular de la UBA, realizó su tesis doctoral en la Universidad de Montpellier en Francia y estudió y enseñó durante cinco años ciencias biológicas en la Universidad de Harvard. Al volver al país, su carrera pegó un salto: a los 42 años, enseña neurociencias en las carreras de Economía y Administración de Empresas de la Universidad Di Tella y su libro “Ágilmente” (Sudamericana, 2013) se convirtió en best-seller. Participó de varios ciclos de conferencias y documentales sobre neurociencias, y un dato más en su haber: asistió como una suerte de coachmotivacional al plantel de River, en la preparación final del torneo de la B que definió el regreso del cuadro a primera división. Arranca la conversación advirtiendo: “Dos cosas que me gustaría aclarar. La primera es que yo no soy un gurú ni una eminencia de la neurociencia, no soy el argentino que más sabe de neurociencia. Esos rótulos me han traído muchos dolores de cabeza con mis colegas; algunos de ellos sí son gurúes de la neurociencia y saben mucho más que yo. Yo soy un biólogo molecular y divulgo neurociencias. No trabajo ‘en neurociencia’, no toco neuronas ni investigo pacientes (lo hice durante muchos años), ahora no lo hago más. Pero por respeto a los que lo siguen haciendo, divulgo su trabajo y tengo una exigencia científica para hacerlo, leo los papers que se publican y me entrevisto con los científicos que más se destacan en este campo tan fascinante”.
¿Cómo es que un biólogo se vuelca hacia la innovación empresarial?

En mi caso, arranca con dos eventos muy importantes, cuando estaba en Boston, estudiando y enseñando en Harvard. Yo venía de estudiar siete años en la UBA y de hacer un doctorado en Francia, países bastante parecidos en cuanto a la importancia que se le da a la universidad pública y a la ciencia básica. En mis cursos eran todos biólogos o científicos y empecé a detectar que había muchos biólogos pero también varios otros que venían de las ciencias empresariales. Al principio, reaccioné con los típicos prejuicios. ¿Qué hace éste que quiere ganar plata escuchando sobre genética o biología molecular? Fui abriendo mi cabeza, empecé a escucharlos y a notar que las clases eran mucho más interesantes. Lo que sucedía es que había una gran heterogeneidad de formas de ver el mundo con aspectos que podían incidir directamente en la vida práctica.
¿Y la segunda razón?

Es un episodio que tengo con monjes budistas en un supermercado en Boston. Yo vivía muy estresado en Boston. Es más, siempre cuento que me quedé pelado ahí del estrés. Estos monjes siempre me sonreían y un buen día, cuando los cruzo en el supermercado, les pregunto “¿por qué se ríen todo el tiempo?, ¿cómo puede ser?; decíme lo que estás tomando”. Entonces, sacan un volante y me invitan a una charla del Dalai Lama en el MIT de Massachussets. Hacía muy poco que habían caído las Torres Gemelas y era la primera vez que el Dalai Lama iba a hablar allí. En esa charla veo en una resonancia magnética nuclear, en vivo, el cerebro de un monje budista que había meditado toda su vida y me impresionó mucho observar dos o tres áreas del cerebro -como el área del foco y de la concentración-, mucho más desarrolladas que las de cualquier doctor en biología molecular de Boston. Esos dos episodios (tener clases con empresarios o futuros empresarios y ver el mundo oriental, lo que ellos enseñan y piensan, pero con tecnología occidental) sembraron las grandes semillas para que, a mi vuelta al país en 2006, decidiera volcarme a una aproximación diferente de la ciencia a la vida de la gente.
¿Se cansó del laboratorio?

El trabajo científico es muy apasionado, arduo y de mucho fracaso. Obviamente que cuando funciona es increíble y es admirable la gente que se dedica a ello. Yo me di cuenta, a los 33 años, que no quería hacerlo más, no porque me fuera mal o me pareciera algo inconducente, sino porque no encajaba con mi felicidad. Entonces me planteé cómo puedo hacer con mis conocimientos y los de mis colegas que van a seguir creando conocimiento, para mejorar en algo la vida de la gente. Hice una maestría en negocios y empecé a conectar las neurociencias con los procesos de innovación en las empresas para aumentar la eficiencia en el trabajo a partir de promover la creatividad.
¿Cómo es eso de relacionar creatividad con eficiencia?

La forma de trabajo en las empresas u organizaciones más exitosas entiende que rompiendo rutinas, promoviendo la confianza, estimulando aspectos de nuestra inteligencia que no solemos tener en cuenta, se mejoran los resultados. Las neurociencias aportan técnicas para aumentar nuestra creatividad en todos los órdenes. Hay experimentos en compañías donde durante un año dividen a su gente en 2 equipos. Uno trabaja como siempre y otro con estas técnicas, y le miden la conectividad en el cerebro antes y después de ese año, y resulta que hay cambios importantes.
¿Se puede medir la conectividad de las neuronas en nuestro cerebro?

Sí, claro.
¿Cómo se hace?

Hay distintos resonadores, que miden la cantidad de conexiones entre las neuronas. Cuantas más conexiones tenemos en un área de nuestro cerebro, dicho de manera fácil, más eficiente es esa área. Es como cuando ejercitamos nuestros músculos o practicamos un deporte. Se ve la mayor actividad neuronal porque el área se hace más densa. Los avances tecnológicos nos permiten introducirnos en nuestro cerebro, hacer experimentos con personas, donde uno les hace realizar distintas actividades y mientras se puede ver qué le está pasando en la cabeza. Qué áreas se activan más que otras, comparar pacientes con personas sanas, gente triste con contenta; ese tipo de tecnología permite cada vez más entender cómo funcionamos, cómo pensamos y sentimos.
¿Podemos trazar un mapa cerebral de las emociones y las ideas?

Algo así. Sabemos que el hemisferio izquierdo está relacionado con la lógica, la deducción, el análisis matemático, el habla, la palabra, el lenguaje. El derecho, con la intuición, la empatía, la creatividad, lo holístico. El derecho ve el todo y el izquierdo es más analítico, va más al detalle. La diferencia hoy en las organizaciones, en los países, en las empresas, o en los grupos sociales que se reúnen con un propósito común la hace la gente que tenga entrenado todo su cerebro, no sólo su lado izquierdo. Así imagino entonces la escuela del futuro. Por ejemplo, a la mañana tenés matemática, después tenés empatía, historia, intuición, vas a almorzar y después tenés creatividad, emociones negativas, educación cívica ... Así vas a estar entrenando los dos hemisferios.
Suena tan apasionante como temerario …
De ahí a poder explicar cómo somos y programar conductas, no sé si eso va a pasar algún día. Cómo se forma nuestra personalidad, por qué somos más buenos algunos y más malos otros son todos misterios que hoy no se pueden dilucidar y no sé si algún día va a suceder. Pero sí creo que las neurociencias están logrando enormes avances en dos grandes terrenos: el de la educación (cómo educar mejor a la gente joven para que tengan vidas más productivas, con mayor bienestar, y eso va a pasar, estoy convencido). El otro terreno tiene que ver con todo lo que son las terapias psicológicas, psicoanálisis, coaching, etc. Porque si entendemos cómo un cerebro cambia, podemos cambiar un equipo de trabajo y mejorarlo aumentando su creatividad; si entendemos cómo gestionar las emociones negativas, podemos hacer que la gente que está con mucho estrés o mucha ansiedad y miedo trabaje sobre ello para pensar mejor.
¿Nos comportamos como seres racionales o hay primero siempre una motivación emocional en nuestras acciones?

Lo que sucede es que el cerebro, como todo ser vivo, ha evolucionado a lo largo de la historia. Desde la biología, no desde una mirada religiosa, sabemos que descendemos de los monos; los monos de otros mamíferos y los mamíferos, de los reptiles. Cuando observamos el cerebro de un cocodrilo y de un humano vemos cosas muy parecidas, salvo que el nuestro tiene dos capas más: la de un mamífero y la del homo sapiens. Entonces, dentro del cerebro humano hay un cerebro que nosotros llamamos “reptiliano”, porque viene de esa época. Cuando los reptiles se convierten en mamíferos, hace 200 millones de años, no es que desapareció un cerebro y apareció uno nuevo. Es el viejo que continúa y se le suman neuronas, se convierte en el cerebro de un mamífero. Luego, hace cien mil años, se suma un tercero, el del homo sapiens. ¿En qué termina esto? En que nosotros, en nuestra cabeza, tenemos 3 historias o 3 cerebros: uno de reptil, uno de mamífero y el más propiamente nuestro. Estas historias compiten dentro nuestro permanentemente por tomar decisiones y definir nuestros comportamientos, nuestros hábitos y quiénes somos. La mirada científica hasta hace algunos años era que los humanos somos racionales, porque es lo que nos diferencia de los animales. Hoy la mirada es absolutamente opuesta: no es verdad, somos absolutamente emocionales, obviamente con rasgos racionales fuertes, pero tomamos muchas más decisiones de manera emocional que racional. Racionalmente podemos explicar por qué tomamos esa decisión; entonces parece que nuestra decisión fue racional. Pero si miramos en una resonancia magnética ampliada, en el momento en que tomamos esa decisión, veremos que sale de nuestro cerebro emocional.
Pero entonces, ¿las emociones no son problemas del corazón? ...

El corazón no tiene nada que ver con las emociones ni con el amor, está clarísimo que no. Hablamos del “cerebro emocional”; cuando hay amor o cuando te desenamorás, la química cerebral va cambiando, pasa por distintos estadios y eso provoca un cambio en la química hormonal, afecta nuestras pulsaciones, el ritmo cardíaco. Hay una connotación romántica que imagina un corazón caliente y sensible y una cabeza fría y racional, pero está claro que todo lo que nos pasa pasa por la cabeza y todos los órganos. Pensamientos y emociones pasan por nuestra cabeza.
Copyright Clarín, 2013.

El desafío de integrar la diversidad

El desafío de integrar la diversidad


El desafío de integrar la diversidad

POR LUCIANA AGHAZARIAN - ESPECIAL PARA CLARÍN

La inclusión de alumnos con discapacidad es un reto para las escuelas comunes, en las que el desconocimiento es el principal obstáculo. Padres, docentes y especialistas aportan distintas estrategias para incorporar a todos los estudiantes.
En los últimos años aumentó la inclusión de chicos con discapacidades en el nivel primario. Los especialistas coinciden en que esta diversidad enriquece a todos los estudiantes, pero requiere de una mayor formación específica por parte del docente.

Desde el 2008, a través de la sanción de la ley 26.378, la Argentina reconoce el derecho de los niños, adolescentes y adultos con alguna o varias discapacidades a una educación inclusiva en todos los niveles. Como consecuencia, entre el 2007 y 2010, la inclusión se incrementó un 47% en las escuelas comunes, según la Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa (DINIECE). 

Sin embargo, en el nivel secundario solo el 15% de los jóvenes con discapacidad asisten a un colegio común, y las puertas siguen cerrándose para muchos niños. 

En este sentido, si bien el país ­en algunos distritos más y en otros mucho menos­ ha avanzado en materia de inclusión educativa, el análisis de las estadísticas por parte de voces autorizadas y las dificultades en el paso de la teoría a la práctica demuestran que la educación para todos, basada en la equidad y la inserción incondicional, sigue siendo un desafío. 

Clarín Educación consultó a padres, docentes y especialistas que analizaron la situación actual respecto de la inclusión y la exclusión educativa, las herramientas con las que cuentan los educadores, los retos que quedan por delante y el gran enemigo: el desconocimiento y la desinformación.

Una cultura inclusiva
Hablar de educación inclusiva sin contemplar, primero, la necesidad de una cultura que nos incluya a todos por igual desde la niñez, pareciera sumergirnos en un círculo del cual es difícil salir. 

¿Por dónde empezar, entonces, este proceso? Según Verónica Rusler, consultora en educación y discapacidad de UNICEF, "la inclusión en la escuela no puede pensarse separada de la inclusión en el resto de los ámbitos sociales. Creo que ha habido un cambio importante y asistimos a la participación de personas con discapacidad que han podido formar familia, desarrollar sus vocaciones, seguir sus proyectos, y ahí es donde a la escuela se le plantea que pueda acompañar esta participación". Desde otro punto de vista, Ricardo Berridi, médico 
pediatra especialista en discapacidad de la Sociedad Argentina de Pediatría, cuestiona: "¿Cómo hacemos una sociedad inclusiva si no tenemos inclusión escolar? En una situación ideal cualquier chico con discapacidad podría ir a una escuela común. No es éste el que se tiene que adaptar, sino la sociedad la que tiene que hacerlo". 

"Es momento de abrir las cabezas ­pide Vanesa Buján, mamá de Nicolás, de 4 años, a quien le diagnosticaron un detenimiento del desarrollo simbólico­. Los chicos nos enseñan tanto, porque ellos lo ven como algo natural. Los que discriminan son los adultos". En este sentido, si bien la ley 26.378 se refiere a que "puedan acceder a una educación primaria y secundaria inclusiva, de calidad y gratuita, en igualdad de condiciones con las demás, en la comunidad en que vivan",son muchos los padres que aún recorren largos y engorrososcaminos para conseguir una vacante

La ley los ampara, pero ­dicen los expertos y quienes conviven a diario con estas dificultades­ es imprescindible, además, la voluntad por parte de docentes y directivos. Es decir, la familia que quiera presentar un recurso de amparo por la negativa de algún colegio para incluir a su hijo, puede hacerlo y la Justicia responderá rápidamente en favor de ese joven, pero ¿qué padre querría exponer a su hijo a un ámbito desde el comienzo tan hostil? Entonces, el rechazo institucional, en todos los casos, genera frustración y la desesperación de tener que seguir buscando después de varios intentos fallidos.

Contra el desconocimiento
Todo lo nuevo genera dudas y temores y, a pesar de que la temática de la inclusión haya empezado a instalarse hace por lo menos una década, el proceso es lento y todavía la falta de información genera confusión. Al respecto, Raúl Quereilhac, presidente de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (ASDRA) ­creada en 1988 por un grupo de padres­ denuncia: "Hay una movida muy grande desde los gremios docentes que no conocen el tema pero por las dudas se oponen, y ese es uno de los obstáculos. Tienen miedo de perder el trabajo porque no saben de qué se trata". 

En la misma línea, Verónica Rusler expresa: "Si bien hay mayor conocimiento por parte de la sociedad de todo lo que tiene que ver con discapacidad, ese conocimiento no siempre llega a las escuelas. Los colegios tienen mucha urgencia de capacitarse en distintas áreas por lo que quizás la prioridad no sean estas cuestiones. 

Creo que sería importante que se generen instancias de formaciónconjunta de los maestros de educación común y especial". 

Entonces, más allá de la legislación que le dio un marco necesario a la cuestión, "la idea ­agrega el presidente de ASDRA­ no es forzar a los docentes, sino que haya una apertura natural. Hay que tomar conciencia. Más que nada confiamos en que las nuevas generaciones de docentes que, de alguna manera han conocido estos temas más de cerca, a la hora de tomar cargos en un ámbito educativo nos acompañen y apoyen. 

No es rápido ni es fácil, pero sé que son cada vez más los que se suman a esta movida. Nuestra aspiración es que no tengamos que estar luchando para encontrar una vacante". 
De la teoría a la práctica
El incremento paulatino de la matrícula de alumnos con alguna discapacidad en escuelas comunes ­también aumentó en las escuelas especiales­ demuestra un avance, sobre todo en el nivel primario, ya queel secundario sigue siendo una deuda para el sistema educativo inclusivo. Ahora bien, ¿con qué herramientas cuentan los docentes para enriquecer y enriquecerse de esta diversidad? ¿Cómo se lleva adelante la educación inclusiva y qué sucede en los colegios que optan por la exclusión? Los entrevistados por Clarín Educación coinciden en que la propuesta escolar debe ser para todos. Quizás no sea la misma para cada año ni para todos los cursos por igual, porque la clave es entender que somos todos diferentes y cada curso requiere un proyecto anual diferente. 

"Por ejemplo ­explica Verónica Rusler­, si tengo que enseñar los planetas en un curso en el que hay un alumno ciego, preparo mi clase incorporando una maqueta e imágenes que a la vez describo y las explico. Esa propuesta gana en riqueza. Que todos puedan tocar ese material y luego puedan exponerlo en la feria de ciencias y se pueda pasar a otros docentes, no es una pérdida de tiempo, es de una riqueza sin igual. No se hace para el alumno ciego, es un recurso de la escuela, que se va socializando y enriquece toda la educación en general". 

La Escuela Arlene Fern, de Belgrano, nació hace 17 años siendo inclusiva. Su directora, Beatriz Plotquin, comenta: "Cuando empezamos la inclusión educativa no existía, con lo cual no había un lineamiento a seguir. Armamos unos supuestos teóricos que con el tiempo fuimos modificando, pero la base era un proyecto inclusivo que trabajara con todo tipo de patologías". Incluir, aclara la directora, tuvo que ver desde un principio con adecuar la currícula y la metodología de enseñanza de acuerdo a las necesidades de cada grupo y cada alumno, ya sea que tuviera una discapacidad o no, trabajando con unapareja pedagógica conformada por el maestro de grado y el maestro integrador. 

"Si tenemos un niño que tiene un ritmo lento de aprendizaje, sobre todo en su producción escrita ­agrega Beatriz­, podemos acortar las consignas en una evaluación, pensar menos preguntas y más globalizadas. O una evaluación que para la media se toma en un tiempo determinado, para este niño manejar otros tiempos. Esto no es que está bien ni está mal, es acompañar a cada uno desde la necesidad que va teniendo". 

Desde una visión menos optimista, Ricardo Berridi opina: "La educación inclusiva en niños con discapacidad mental hoy no existe, hay una integración que dura unos años, porque solo pueden tener dos años de desfasaje, la infraestructura no da porque hay grados de 40 chicos. No hay ningún contenido de discapacidad ni en medicina ni en la carrera de docente, entonces piensan que les van a meter un monstruo". Estos falsos supuestos, aseguran padres y especialistas, se combaten conesfuerzo, voluntad y capacitación, que en muchos casos nunca llega. 

¿De qué forma generar, entonces, una mayor apertura hacia la inclusión? ¿En todos los casos es posible la inclusión? ¿Debería serlo?
Los padres, el motor
La gran mayoría de las luchas ganadas en materia de inclusión se debe al tesón de los padres, quienes luego de reponerse a la angustia que les genera la realidad que les tocó vivir a sus hijos, hacen todo para que los chicos logren un lugar en el nivel educativo, en el ámbito laboral, en los espacios de la vida cotidiana, en la sociedad en general. 

Cuando Vanesa Buján se enteró que su segundo hijo, Nicolás, transitaba un síndrome con características de autismo, lloró mucho, se preguntó por qué, pero trató de reponerse, se unió a la familia, y juntos comenzaron a informarse. 

En el proceso cometieron, según relata, algunos errores, quizás necesarios para que hoy Nico esté a punto de pasar a sala de cinco en un jardín de infantes común: "De no poder comunicarse, de golpearse y hacer berrinches por todo, pasó a cumplir una rutina, bailar arriba del escenario junto a sus compañeros en un acto escolar y pedirme, a su modo, ir a un cumpleaños. Para nosotros es un milagro que no hubiera sido posible sin la escuela", se emociona. 

Llegar hasta este punto en el que cada aprendizaje se festeja, tomó tiempo. Incluso Nicolás tuvo que asumir el costo de quedarse un año sin escolaridad cuando del primer jardín lo invitaron a retirarse: "Son ellos los que eligieron educar ­reclama Vanesa­, entonces tienen que ponerse a la altura. 

Nos costó mucho encontrar esta escuela en la que hay lugar paraNico. En el colegio anterior, la maestra lloraba y me decía que no sabía qué hacer". 

El caso de Carolina es diferente. 

Nació con síndrome de Down y a los 6 meses le detectaron síndrome de West (alteración cerebral), lo que la dejó socialmente desconectada. A los dos años comenzó la estimulación temprana y ya en preescolar estaba adaptada en un colegio común. Su mamá, Julia Sosa, relata: "Anduvo bien hasta tercer grado, cuando nos dijeron que Caro iba a repetir. No queríamos dejarla en el mismo colegio, entonces empezamos a buscar otro. Al principio nos enojamos, estuvimos muy mal, muchas escuelas comunes nos cerraron las puertas", relata. 

Carolina hoy tiene 12 años y asiste a una escuela especial. "Lo que nos sirvió como familia es tener en claro que al colegio se va a aprender y en la escuela común Caro no estaba aprendiendo. Ahora son aulas con menos chicos y está aprendiendo. Acá no fracasó ni mi hija ni la institución, lo que sucede es que a los docentes no se los prepara para tratar con chicos con discapacidad". 

Los expertos concluyen que, en un contexto ideal, todas las personas con discapacidad deberían poder ser incluidas en la escuela común, siempre con el apoyo y el trabajo conjunto con una escuela especial. El camino es ese, pero es complejo. Es fundamental, para esto, la adaptación de las instalaciones, la capacitación docente, el trabajo en conjunto de las maestras comunes y especiales, pero, por sobre todas las cosas, es clave tener la voluntad de hacerlo. 

Verónica Rusler sintetiza: "No estoy muy de acuerdo en criticar al maestro que se resiste a esto, hay que escucharlo porque si no se fortalece más la resistencia. En algunos esto genera miedo y hay que entenderlos; si los entiendo tal vez pueda proponerles algo que sea útil para él y para el alumno. Siempre hay que acompañar, nunca juzgar. Es muy interesante cuando el maestro se da cuenta todos los recursos que tiene para aportar, porque muchas veces se angustia porque siente que no tiene nada para darle a este alumno".