lunes, 10 de diciembre de 2012


Ada Lovelace, cuyo verdadero nombre es Augusta Ada Byron King, fue una figura  importante en el mundo de la matemática y tecnología. Ada fue una mujer adelantada en su tiempo y es reconocida como la primera mujer en el mundo que desarrolló el concepto de  un programa de computadora entre 1842 y 1843.

Nacida en Londres el 10 de diciembre de 1815. Su nombre de pila era Augusta Ada King, Lady Lovelace para la posteridad. 

Su padre era Lord Byron, poeta muy famoso, y su madre, AnaIsabelle Milbanke, quien la indujo hacia el amor por las matemáticas.

Su padre abandonó a su madre un mes después de su nacimiento y mas tarde se alejó de Inglaterra, muriendo en 1823 en Grecia, sin haber visto a su hija. A pesar de no haber conocido a su padre, éste mantenía una intensa correspondencia con su hija. Lord Byron le escribía a menudo y homenajeaba a su hija en sus continuas obras poéticas.

En su juventud Ada comenzó a presentar problemas de salud que gracias a su gran fuerza de voluntad consiguió superar. De hecho sus piernas quedaron totalmente paralizadas cuando era muy jovencita (alrededor de los 14 años) y pasó un largo lapso de tiempo tumbada en la cama, sufriendo las técnicas medicinales de la época a base de sanguijuelas; pero gracias a su tesón consiguió superar la enfermedad, fortalecer sus piernas y convertirse en una excelente amazona (aparte de la equitación amaba la gimnasia y el baile). Desafortunadamente los problemas de salud le seguirían acompañando durante toda su corta vida, entre ellos el asma.
Se casó muy temprano con William King, de quien heredó el nombre y título, pasado a convertirse en la condesa de Lovelace. Era un hombre amable pero débil, de menor nivel intelectual que ella, el sucesivo nacimiento de sus tres hijos impidió a Ada seguir con sus estudios. Ada tuvo tres hijos con William King: dos hijos y una hija: Bryon Noel Byron(nacido el 12 Mayo de1836), Annabella (22 de Septiembre de 1837 ) y Ralph Gordon (2 Julio de 1839).

Heredera de una gran riqueza, su madre no quería que su hija sea un poeta como su padre y trató de darle una educación en matemáticas y música. Viajando con la madre de la nobleza intelectual de Londres,  conoció a Mary Somerville, que acababa de publicar un libro sobre astronomía. También se relacionó con  Charles Babbage, un destacado profesor de matemáticas en Cambridge, conocido como el inventor de la máquina diferencial, una máquina calculadora que operado por elemento Ada conoció el trabajo de Babbage (imagen der.)  al acudir a una conferencia de Dionysus Lardner, quien disertaba en el Instituto de Mecánica sobre la máquina de Babbage. Ada decidió escribirle una carta a Babbage, comenzando así una eterna carrera epistolar que culminó con la visita de Ada al taller de Babbage. Ada contaba con17 años. Con el paso del tiempo, las conversaciones técnicas derivaron a otras más personales y se comenta, aunque nunca se ha podido demostrar claramente, que Charles y Ada fueron amantes finitos.

Ada fue educada como muchos aristócratas de la época, a través de tutores personales. Poseía una gran aptitud desde muy temprano para las matemáticas. Sus estudios superiores fueron realizados bajo la supervisión de De Morgan. Así que utilizó sus conocimientos matemáticos para crear programas para la máquina de Babbage, convirtiéndose en la primera programadora de computadoras en el mundo.

Inventó el concepto de subrutina: una secuencia de instrucciones que se pueden utilizar varias veces en diferentes contextos. Ella descubrió el valor de la repetición - los bucles (loops) de un mismo conjunto de instrucciones, de modo que la secuencia podría tener su ejecución repetida. Soñaba con el salto condicional: el lector de tarjetas desvía hacia a otra tarjeta "si se cumplen ciertas condiciones...".

Sus ideas fueron extendidas un siglo más tarde por el matemático también británico Alan M. Turing en 1937 y porJohn von Neumann en 1946, ambos personajes fundamentales en el desarrollo del ordenador tal y como lo conocemos actualmente. Temiendo que su trabajo sea censurado y perdido en el olvido por el hecho de que sea mujer, usaba las iniciales A.A.L. para firmarlos. Escribió sobre el funcionamiento de la maquina analítica , incluyendo demostraciones para calcular funciones trigonométricas y publicó también una secuencia ordenada de instrucciones (software) para que realizara este calculo matemático.

Ada se codeó con científicos y personalidades destacadas de su época como el físico  británico Charles Brewster, Charles Wheastone, Charles Dickens, gran novelista  británico y Michael Faraday el inventor del motor eléctrico.

En los últimos tiempos de la vida de Ada se sucedieron las crisis nerviosas, las deudas y los escándalos, como la agitada relación con John Crosse, un pendenciero corredor de apuestas. Y su salud empeoraba cada vez más. Para aliviar el dolor se dejó llevar por el alcohol y las drogas (tomaba una mezcla de cerveza, brandy, opio y morfina) que solo empeoraron su estado de salud.

En 1980, el Departamento de Defensa  de EE.UU. desarrolló un lenguaje de programación basado en Pascal y lo llamó ADA en su honor. Ada murió el 27 de noviembre de 1852 a los 36 años de cáncer del útero, dejando dos hijos y una hija. En 1953, casi cien años después de su muerte  la máquina analítica de Babbage fue descubierta con las notas de proyectos y Ada pasó a la historia como el primer equipo con software incorporado.

jueves, 6 de diciembre de 2012



 
Del libro "Encuentros" de Gabriel Rolón   (psicologo)
 
La vieja atorranta
 
    Hace muchos años, cuando era psicólogo muy joven, trabajé en algunos geriátricos. (...) Muchos de ustedes trabajarán o habrán trabajado en alguna institución, y sabrán que lo que tiene que hacer todo el que trabaja en un establecimiento al ingresar es ir a la cocina, porque  la cocinera es la que está al tanto de todo lo que pasa.Más que los médicos incluso.
    Llegué, entonces, una mañana, me dirigí a la cocina y, como era habitual, le pregunté a la cocinera.
-¿Y, Betty, alguna novedad?
-Sí, doctor- me llamó así aunque soy licenciado-. ¿Ya vio a la vieja atorranta?
-No - le dije asombrado-. ¿Entró una abuela nueva?
-Sí, una viejita picarona.
    Me quedé tomando unos mates con ella y no volví a tocar el tema hasta que entró la enfermera y me dijo:
-Gaby, ¿ya viste a la atorranta?
-No -le respondí.
-Tenés que verla. Se llama Ana.
    Lo primero que me llamó la atención fue que utilizara, para referirse a ella, el mismo término que había usado la cocinera: atorranta. Pero lo cierto es que habían conseguido despertar mi interés por conocerla. De modo que hice mi recorrida  habitual por el geriátrico y dejé para el final la visita a la habitación en la que estaba Ana.
 
    En esa hora yo me había estado preguntando de dónde vendría el mote de vieja atorranta. Supuse que, seguramente, debía ser una mujer que cuando joven habría trabajado en un cabaret, o que tendría alguna historia picaresca. Pero no era así.
    Cuando entré en su habitación me encontré con una abuela que estaba muy deprimida y que casi no podía hablar a causa de la tristeza. Su imagen no podía estar más lejos de la de una vieja atorranta. Me acerqué a ella, me presenté y le pregunté: -Abuela, ¿qué le pasa? Pero ella no quiso hablar demasiado; apenas si me respondió algunas preguntas por una cuestión de educación. Pero un analista sabe que esto puede ser así, que a veces es necesario tiempo para establecer el vínculo que el paciente necesita para poder hablar. Y me dispuse a darle ese tiempo. De modo que la visitaba cada vez que iba y me quedaba en silencio a su lado. A veces le canturreaba algún tango. Y, allá como a la séptima u octava de mis visitas la abuela habló:
 
-Doctor, yo le voy a contar mi historia.
Y me contó que ella se había casado, como se acostumbraba en su época, siendo muy jovencita, a los 16 años con un hombre que le llevaba cinco. Yo la escuchaba con profunda atención.
 
-¿Sabe? -me miró como avisándome que iba a hacerme una confesión-, yo me casé con el único hombre que quise en mi vida, con el único hombre que deseé en mi vida, con el único hombre que me tocó en mi vida y es el hombre al que amo y con el que quiero estar.
 
    Me contó que su esposo estaba vivo, que ella tenía ochenta y seis años y él noventa y uno y que, como estaban muy grandes, a la familia le pareció que era un riesgo que estuvieran solos y entonces decidieron internarlos en un geriátrico. Pero como no encontraron cupo en un hogar mixto, la internaron a ella en el que yo trabajaba, y a él en otro. Ella en provincia y él en Capital.
 
    Es decir que, después de setenta años de estar juntos los habían separado. Lo que no habían podido hacer ni los celos, ni la infidelidad, ni la violencia, lo había hecho la familia. Y ese viejito, con sus noventa y un años, todos los días se hacía llevar por un pariente, un amigo o un remisse en el horario de visita, para ver a su mujer.
    Yo los veía agarraditos de la mano, en la sala de estar o en el jardín, mientras él le acariciaba la cabeza y la miraba. Y cuando se tenían que separar, la escena era desgarradora.
 
    ¿Y de dónde venía el apodo de vieja atorranta? Venía del hecho de que, como el esposo iba todos los días a verla, ella le había pedido autorización a las autoridades del geriátrico para ver si, al menos una o dos veces por semana, los dejaban dormir la siesta juntos. Y entonces, ellos dijeron: -Ah, bueno... mirá vos la vieja atorranta.
    Cuando laabuela me contó esto, estaba muy angustiada y un poco avergonzada. Pero lo que más me conmovió fue cuando me dijo, agachando la cabeza:
 
-Doctor, ¿qué vamos a hacer de malo a esta edad? Yo lo único que quiero es volver a poner la cabeza en el hombro de mi viejito y que me acaricie el pelo y la espalda, como hizo siempre. ¿Qué miedo tienen? Si ya no podemos hacer nada de malo.
    Conteniendo la emoción, le apreté la mano y le pedí que me mirara. Y entonces le dije:
 
-Ana, lo que usted quiere es hacer el amor con su esposo. Y no me venga con eso de que ¿qué van a hacer de malo? Porque es maravilloso que usted, setenta años después, siga teniendo las mismas ganas de besar a ese hombre, de tocarlo, de acostarse con él y que él también la desee a usted de esa manera. Y esas caricias, y su cara sobre la piel de sus hombros, es el modo que encontraron de seguir haciéndolo a esta edad. Pero déjeme decirle algo, Ana: ése es su derecho, hágalo valer. Pida, insista, moleste hasta conseguirlo. Y la abuela molestó. Recuerdo que el director del geriátrico me llamó a su oficina para preguntarme: -¿Qué le dijiste a la vieja?
-Nada- le dije haciéndome el desentendido- ¿Por qué?
 
    La cuestión fue que con la asistente social del hogar en el que estaba su esposo, nos propusimos encontrar un geriátrico mixto para que estuvieran juntos. Corríamos contra reloj y lo sabíamos. Tardamos cuatro meses en encontrar uno. Sé que, dicho así, parece poco tiempo. Pero cuatro meses cuando alguien tiene más de noventa años, podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Además ella estaba cada vez más deprimida y yo tenía mucho miedo de que no llegara. Pero llegó.
 
    Y el día en el que se iba de nuestro geriátrico fui muy temprano para saludarla, y e cuanto llegué, la cocinera me salió al cruce y me dijo: -No sabés. Desde las seis de la mañana que la vieja está con la valija lista al lado de la puerta. -Yo me reí.
    Entonces fui a verla y le dije: -Anita, se me va. Y ella me miró emocionada y me respondió: -Sí doctor... Me vuelvo  a vivir con mi viejito. -Y se echó en mis brazos llorando.
-Ana- le dije- Nunca me voy a olvidar de usted. Y como habrán visto, no le mentí.             
 
Jamás me olvidé de ella, porque aprendí a quererla y respetarla por su lucha, por la valentía con la que defendió su deseo y porque gracias a esa vieja atorranta, pude comprobar que todo lo que había estudiado y en lo que creía, era cierto: que es verdad que la sexualidad nos acompaña hasta el último día y que se puede pelear por lo que se quiere aunque se deje la vida en el intento. Y además, porque la abuela me dejó la sensación de que, a pesar de todas las dificultades, cuando alguien quiere sanamente y sus sentimientos son nobles, puede ser que enamorarse sea realmente algo maravilloso y que el amor y el deseo puedan caminar juntos para siempre.