“Nada comparable a tus manos, ni
nada igual al oro-verde de tus ojos. Mi cuerpo se llena de ti por días y
días. Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. La humedad de
la Tierra. El hueco de tus axilas es mi refugio. Toda mi alegría es
sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los
caminos de mis nervios que son los tuyos, tus ojos, espadas verdes dentro de mi
carne, ondas entre nuestras manos. Solo tú en el espacio lleno de sonidos.
En la sombra y en la luz; tú te llamarás auxocromo, el que capta el color. Yo
cromóforo, la que da el color. Tú eres todas las combinaciones de números.
La vida. Mi deseo es entender la línea, la forma, el movimiento. Tú llenas
y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que
son mis astros y va a las tuyas que son mi luz”.
(Carta de Frida Kahlo a Diego Rivera)
(Carta de Frida Kahlo a Diego Rivera)
La mujer que vivió entre una
tormenta, que navegó mares prohibidos, que naufragó más de una vez y que
conoció a fondo el dolor, también supo amar, aunque ese amor sólo desencadenara
más ríos para ser navegados. Frida Kahlo no fue sólo una pintora, fue una poetisa
y una guía para otras feministas que le siguieron. Con un corazón fuerte como
la roca pero suave como las flores supo amar y mostrarse autosuficiente, algo
difícil para la época en la que le tocó vivir.
Su corazón fiel a México pero viajero le permitió conocer personas de otras nacionalidades que lograron acercarse a ese músculo que trabajó como ningún otro. Su corazón dio cabida a hombres y mujeres por igual: José Bartolí, Nickolas Muray, Chavela Vargas, León Trotsky, Leo Eloesser… Y claro que Diego Rivera.
Su corazón fiel a México pero viajero le permitió conocer personas de otras nacionalidades que lograron acercarse a ese músculo que trabajó como ningún otro. Su corazón dio cabida a hombres y mujeres por igual: José Bartolí, Nickolas Muray, Chavela Vargas, León Trotsky, Leo Eloesser… Y claro que Diego Rivera.
Sus amantes la
acompañaron siempre al lado de Diego, una relación que algunos podrían
describir como enfermiza pero que Frida defendió. “Quizá esperen oír de mí
lamentos de ‘lo mucho que se sufre’ viviendo con un hombre como Diego. Pero yo
no creo que las márgenes de un río sufran por dejarlo correr…”
El amor
entre Frida y Diego fue tormentoso, uno de los amores del arte más famosos y
pasionales. Aun en esta relación, Frida vivió en soledad. Los amoríos se
convirtieron en un escape, una manera de encontrar compañía. El amor hacia el
arte nunca murió, pero sí tuvo temporadas en las que la falta de energía la
apagaban y con ello borraban la tinta y colorido que siempre caracterizó sus
pinturas. La esperanza la encontró en todos sus amores fugaces. A José Bartolí
le escribió “Por ti he vuelto a pintar, a vivir, a ser feliz. Eres mi árbol de
la esperanza”. Aunque sabemos que su gran amor fue Diego.
Con
una vida tormentosa, rodeada del infortunio, de la enfermedad, e incluso de las
infidelidades, encontró un escape en el pincel. Una extensión de su cuerpo con
la que pudo hacer visible lo que habitaba su mente. Pero también lo encontró en
la pluma. La pintura y la tinta se convirtieron en sus amores más íntimos, los
que nunca la traicionaron, que no la engañaron y que nunca la abandonaron. Es
verdad que Frida Kahlo tuvo muchos amores, pero ninguno fue tan importante y
leal como lo fue el arte; la pintura y las letras.
“Quisiera darte todo lo que nunca hubieras tenido, y ni así sabrías la maravilla que es poder quererte”.
“Te quiero… gracias porque vives, porque ayer me dejaste tocar tu luz más íntima y porque dijiste con tu voz y tus ojos lo que yo esperaba toda mi vida”.
“Vivo cada día con la esperanza de verte regresar… y cada noche sabiendo que no estás”.
“No dejes que le dé sed al árbol que tanto te ama, que atesoró tu semilla, que cristalizó tu vida a las seis de la mañana. No dejes que le dé sed al árbol del que eres sol”.
“Como siempre, cuando me alejo de ti, tomo dentro de mí tu mundo y tu vida, y así es como puedo sostenerme por más tiempo”.
“Dame ilusión, esperanza, ganas de vivir y no me olvides”.
“Dame ilusión, esperanza, ganas de vivir y no me olvides”.
“Te amo más que a mi propia piel”.
“Era una flor solitaria, mariposa gozosa te posaste ahí; después el polen de otra flor más fragante llamó, y la mariposa voló”.
“Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a ti mismo a través de mis ojos. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres para mí”.
“Donde no puedas amar, no te demores”.
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