miércoles, 2 de enero de 2013


El 6 de enero festejamos a los santos Reyes Magos.
Fecha muy apreciada por todos los niños del mundo. Una fecha instituida desde la oscuridad de la historia “religiosa” que ha hecho las delicias de todos los niños en siglos. Sinónimo de regalos a todos los niños, en paralelo de los regalos dados a Jesús por los Reyes Magos.



La estrella que guió a los Reyes Magos de Oriente hasta el mismísimo portal de Belén, donde el niño Jesús acababa de nacer. Ahora bien, ¿qué fue exactamente lo que vieron Melchor, Gaspar y Baltasar?¿Fue realmente una estrella? ¿O quizá un cometa, una supernova, un meteorito o, incluso, una simple conjunción de planetas? La Ciencia ha intentado dar explicación al fenómeno y comprobar, dentro de lo posible, su veracidad. Estos son los resultados.
Para averiguar cuál fue el tipo de fenómeno astronómico observado por los Reyes Magos- según Juan Manuel Nieves, del ABC-, el primer paso es establecer las fechas con la máxima precisión posible. Y en este punto la Biblia no ayuda mucho, ya que no dice nada sobre el día exacto del nacimiento de Jesús, aunque sí que relaciona el hecho con acontecimientos y personajes históricos, como por ejemplo el reinado de Herodes. Los historiadores coinciden en que el Rey de Judea debió de morir en algún momento entre los años 4 y 1 antes de Cristo. Y los Reyes Magos le visitaron poco antes de su muerte, por lo que su viaje (y la aparición de la estrella que los guió), tuvo por fuerza que producirse antes de esas fechas.
Por otra parte, existen serias dudas de que el nacimiento de Jesús se produjera un 25 de diciembre. En la Biblia, San Lucas habla de la actividad de los pastores de la zona en los días del nacimiento, cuidando a sus rebaños y a los corderos recién nacidos durante la noche, algo que sucede en primavera, y no en pleno invierno. Además, el 25 de diciembre es precisamente la fecha en que los romanos, que dominaban la región en aquél tiempo, celebraban sus Saturnales, una de sus festividades más importantes y para la que se adornaban calles y casas y se intercambiaban regalos. No es casualidad que, para evitar ser perseguidos, los primeros cristianos eligieran precisamente esa fecha para celebrar el nacimiento de Jesucristo. Más tarde, en el siglo IV, cuando el Emperador Constantino adoptó oficialmente el Cristianismo, el 25 de diciembre se conservó como el día de la Navidad.
Pero volvamos a la cuestión del año. Hoy en día los historiadores están de acuerdo en que el nacimiento de Jesús no se produjo hace 2011 años. Y es que la cronología que utilizamos, que divide los años en AC (Antes de Cristo) y DC (Después de Cristo), y que fue concebida por el monje romano Dionisio el Exiguo en el 523 DC contiene, por lo menos, dos errores significativos. El primero es colocar el año 1 DC inmediatamente después del año 1 AC, sin pasar por el cero, un número esencial en las matemáticas actuales y que, de hecho, resta un año a cualquier fecha que queramos considerar.
Y el segundo es que Dionisio dio por buena la declaración de Clemente de Alejandría de que Jesús nació en el año 28 del reinado del emperador Cesar Augusto, sin tener en cuenta que durante los primeros años de su mandato se le conoció por su nombre original, Octaviano, hasta que el Senado le proclamó como “Augusto” cuatro años después. Para cuando se descubrió el error, la cronología que aún hoy utilizamos estaba demasiado implantada como para cambiarla y corregir los cuatro años de desfase (Y seguimos sumando)
En resumen, que teniendo en cuenta estos errores, el nacimiento de Jesús debió de producirse en primavera, y entre los años 8 AC y el 4 AC. Por lo que ese es el marco temporal que los astrónomos deben investigar para comprobar si se produjo en el cielo algún acontecimiento capaz de llamar tan poderosamente la atención de los Reyes Magos de Oriente.
Desde un punto de vista puramente astronómico, existen cuatro posibilidades para explicar la estrella de Belén. La primera es que se tratara de un meteorito, pero es muy poco probable debido al hecho de que los meteoritos, que se convierten en una bola de fuego al entrar en la atmósfera, apenas si duran unos segundos antes de desaparecer, y la estrella de Belén brilló durante semanas enteras.
La segunda posibilidad es que fuera un cometa, objetos que, esta vez sí, pueden brillar en el cielo incluso durante meses. Sin embargo, el más espectacular de todos los cometas conocidos, el Halley, cuya órbita le trae cerca de la Tierra cada 76 años y que fue visto por última vez en 1986, fue visible en Judea durante los meses de agosto y septiembre del año 11 DC, lo que no coincide con las fechas del nacimiento de Jesús. Por supuesto, pudo tratarse de otro cometa, uno que pasó entonces y que por el momento no ha regresado, pero eso es algo de lo que nunca podremos estar seguros.
Además, en la antigüedad los cometas eran vistos como señales que anunciaban muerte y destrucción, y no como heraldos del nacimiento de un rey o de un dios. Los romanos, por ejemplo, marcaron la muerte del general Agrippa usando la aparición del Halley en el 11 DC.
Otra posible explicación, la tercera, es que lo que vieron los Magos fue la muerte violenta de una estrella. Y eso nos lleva a dos posibilidades diferentes: una nova o una supernova. En el primer caso, es la forma (una explosión termonuclear) en que una estrella se libera, de golpe, de una excesiva acumulación de hidrógeno en su superficie. Es muy espectacular, si la estrella está lo suficientemente cerca, y su aparición tiene lugar de forma impredecible y en cualquier momento. Las más brillantes aparecen de repente, sin previo aviso, como una nueva y espectacular luz en el cielo. Su brillo, tras algunos días, o incluso semanas, se va atenuando hasta desaparecer por completo. Como media, se produce una nova visible desde nuestro planeta una vez cada veinte años (la última fue en el año 1975), por lo que nada impide que fuera éste, y no otro, el fenómeno visto en Judea or los tres Magos de Oriente.
Mucho más espectacular, aunque menos frecuente de ver, es una supernova, la explosión catastrófica de toda una estrella que llega a su final y cuyo brillo eclipsa incluso al de toda la galaxia que la contiene. En el momento de la explosión, una supernova puede ser vista incluso a plena luz del día, y su brillo más intenso puede durar meses antes de empezar a decrecer. Durante los últimos mil años, la Humanidad ha sido testigo de cuatro supernovas, en los años 1006, 1054, 1572 y 1604. En todos los casos, los cronistas de cada época se refirieron profusamente al fenómeno. Los chinos, por ejemplo, refieren que la supernova del año 1054 fue visible durante dos meses incluso a plena luz del día.
No existe en la época del nacimiento de Jesús ninguna referencia definitiva sobre la súbita aparición de una luz especialmente intensa en el cielo. Si sucedió, nadie, en ninguna cultura, documentó el hecho, lo cual parece indicar que debemos buscar la solución en alguna otra parte. Algunos textos chinos hablan de una posible nova en la primavera del año 5 DC, pero se refieren a ella como a un fenómeno de poca importancia y de escasa, o ninguna, espectacularidad.
La última explicación es la posibilidad de que los tres Magos fueran testigos de una conjunción planetaria especialmente brillante, tanto como para hacerles creer que se trataba de una nueva estrella. Los astrónomos han determinado que, en ese intervalo temporal, se produjeron varios fenómenos planetarios que podrían haber sido interpretados como la estrella de Belén. Pero este fenómeno ha sido muy común en muchas épocas, nada espectacular realmente, para que históricamente se lo considerara. Y a la vez muy conveniente para crear un mito creíble para las gentes de ese entonces.
El primero de ellos fue en el año 6 AC, se produjo entre los planetas Marte, Júpiter y Saturno y sucedió en la constelación de Piscis. Los tres mundos formaron una brillante figura geométrica en el cielo que debió de ser de gran belleza y capaz de llamar la atención de cualquiera. Otra posibilidad a esta “triple conjunción” fue la conjunción de de Júpiter y Saturno entre los meses de mayo y diciembre del año 7 AC. Los “pasos” de Júpiter sobre Saturno se produjeron el 29 de mayo, el 30 de septiembre y el 5 de diciembre de ese año.
No cabe duda de que todos estos eventos pudieron ser perfectamente visibles, ya que sucedieron en la cara nocturna de la Tierra. Los dos planetas, además, brillaron el uno muy cerca del otro durante ocho largos meses, el tiempo que se estima necesario para que los Reyes Magos cubrieran los cerca de mil km. de distancia entre Babilonia y Judea.
Sin embargo, la que seguramente fue la más brillante de las conjunciones planetarias de esa época fue la que se produjo entre Venus y Júpiter en la constelación de Leo el 12 de agosto del año 3 AC., con las salvedades del caso de estas fechas.
Debemos recordar que las conjunciones planetarias que hemos visto en estos años, con más planetas involucrados, al común de las gentes les pasó inadvertidos.
Los dos planetas brillaron cerca el uno del otro. Y cuando Venus se retiró, Júpiter permaneció en Leo por lo menos durante diez meses más, sumando su brillo al de estas estrellas. Si el encuentro de los tres Reyes Magos con Herodes se produjo durante la primavera del 2 AC. De hecho, tras su primer encuentro y después de que Júpiter y Leo siguieran brillando juntos en el cielo, Venus regresó cerca de Júpiter.
Los dos planetas bajaron juntos y lentamente hacia el horizonte a medida que sus brillos se iban confundiendo. Hacia la tarde en Jerusalén, prácticamente se habían fundido en un único y luminoso astro. En un tiempo en el que no había instrumentos de observación, ni gafas de sol, es muy probable que los observadores no fueran capaces de distinguir los dos objetos individuales y que solo percibieran un único y brillante destello sobre los cielos de Judea.
¿Fue esto lo que vieron los Reyes Magos? Existieron realmente los Reyes Magos o solo fue una exaltación poética del evangelista? Para la Ciencia es imposible asegurarlo y el sentido común nos dice que no es esta más que una hermosa historia para mentes de cuatro años Lo único cierto es que esas alineaciones se produjeron siempre y pudieron coincidir en ese extenso lapso, indeterminado del nacimiento de Jesús.
Si nuestra acciones son un encadenado de número elevado de causas y efectos, la responsabilidad lata no existe. No existe el pecado dentro de este esquema rígido en nuestro espacio-tiempo, y si como dicen los sabios, el mundo no necesitó de un Creador, poco importa si existieron los Reyes Magos, Jesús, el perdón de los pecados y la estrella de Belén.
Solo es un cuento para púberes.

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