El 6 de enero festejamos a los
santos Reyes Magos.
Fecha muy apreciada por todos
los niños del mundo. Una fecha instituida desde la oscuridad de la historia
“religiosa” que ha hecho las delicias de todos los niños en siglos. Sinónimo de
regalos a todos los niños, en paralelo de los regalos dados a Jesús por los
Reyes Magos.
La estrella que guió a los Reyes
Magos de Oriente hasta el mismísimo portal de Belén, donde el niño Jesús
acababa de nacer. Ahora bien, ¿qué fue exactamente lo que vieron Melchor,
Gaspar y Baltasar?¿Fue realmente una estrella? ¿O quizá un cometa, una
supernova, un meteorito o, incluso, una simple conjunción de planetas? La
Ciencia ha intentado dar explicación al fenómeno y comprobar, dentro de lo
posible, su veracidad. Estos son los resultados.
Para averiguar cuál fue el tipo
de fenómeno astronómico observado por los Reyes Magos- según Juan Manuel
Nieves, del ABC-, el primer paso es establecer las fechas con la máxima
precisión posible. Y en este punto la Biblia no ayuda mucho, ya que no dice
nada sobre el día exacto del nacimiento de Jesús, aunque sí que relaciona el
hecho con acontecimientos y personajes históricos, como por ejemplo el reinado
de Herodes. Los historiadores coinciden en que el Rey de Judea debió de morir
en algún momento entre los años 4 y 1 antes de Cristo. Y los Reyes Magos le
visitaron poco antes de su muerte, por lo que su viaje (y la aparición de la
estrella que los guió), tuvo por fuerza que producirse antes de esas fechas.
Por otra parte, existen serias
dudas de que el nacimiento de Jesús se produjera un 25 de diciembre. En la
Biblia, San Lucas habla de la actividad de los pastores de la zona en los días
del nacimiento, cuidando a sus rebaños y a los corderos recién nacidos durante
la noche, algo que sucede en primavera, y no en pleno invierno. Además, el 25
de diciembre es precisamente la fecha en que los romanos, que dominaban la región
en aquél tiempo, celebraban sus Saturnales, una de sus festividades más
importantes y para la que se adornaban calles y casas y se intercambiaban
regalos. No es casualidad que, para evitar ser perseguidos, los primeros
cristianos eligieran precisamente esa fecha para celebrar el nacimiento de
Jesucristo. Más tarde, en el siglo IV, cuando el Emperador Constantino adoptó
oficialmente el Cristianismo, el 25 de diciembre se conservó como el día de la
Navidad.
Pero volvamos a la cuestión del
año. Hoy en día los historiadores están de acuerdo en que el nacimiento de
Jesús no se produjo hace 2011 años. Y es que la cronología que utilizamos, que
divide los años en AC (Antes de Cristo) y DC (Después de Cristo), y que fue
concebida por el monje romano Dionisio el Exiguo en el 523 DC contiene, por lo
menos, dos errores significativos. El primero es colocar el año 1 DC
inmediatamente después del año 1 AC, sin pasar por el cero, un número esencial
en las matemáticas actuales y que, de hecho, resta un año a cualquier fecha que
queramos considerar.
Y el segundo es que Dionisio dio
por buena la declaración de Clemente de Alejandría de que Jesús nació en el año
28 del reinado del emperador Cesar Augusto, sin tener en cuenta que durante los
primeros años de su mandato se le conoció por su nombre original, Octaviano,
hasta que el Senado le proclamó como “Augusto” cuatro años después. Para cuando
se descubrió el error, la cronología que aún hoy utilizamos estaba demasiado
implantada como para cambiarla y corregir los cuatro años de desfase (Y
seguimos sumando)
En resumen, que teniendo en
cuenta estos errores, el nacimiento de Jesús debió de producirse en primavera,
y entre los años 8 AC y el 4 AC. Por lo que ese es el marco temporal que los
astrónomos deben investigar para comprobar si se produjo en el cielo algún
acontecimiento capaz de llamar tan poderosamente la atención de los Reyes Magos
de Oriente.
Desde un punto de vista
puramente astronómico, existen cuatro posibilidades para explicar la estrella
de Belén. La primera es que se tratara de un meteorito, pero es muy poco
probable debido al hecho de que los meteoritos, que se convierten en una bola
de fuego al entrar en la atmósfera, apenas si duran unos segundos antes de
desaparecer, y la estrella de Belén brilló durante semanas enteras.
La segunda posibilidad es que
fuera un cometa, objetos que, esta vez sí, pueden brillar en el cielo incluso
durante meses. Sin embargo, el más espectacular de todos los cometas conocidos,
el Halley, cuya órbita le trae cerca de la Tierra cada 76 años y que fue visto
por última vez en 1986, fue visible en Judea durante los meses de agosto y
septiembre del año 11 DC, lo que no coincide con las fechas del nacimiento de
Jesús. Por supuesto, pudo tratarse de otro cometa, uno que pasó entonces y que
por el momento no ha regresado, pero eso es algo de lo que nunca podremos estar
seguros.
Además, en la antigüedad los
cometas eran vistos como señales que anunciaban muerte y destrucción, y no como
heraldos del nacimiento de un rey o de un dios. Los romanos, por ejemplo,
marcaron la muerte del general Agrippa usando la aparición del Halley en el 11
DC.
Otra posible explicación, la
tercera, es que lo que vieron los Magos fue la muerte violenta de una estrella.
Y eso nos lleva a dos posibilidades diferentes: una nova o una supernova. En el
primer caso, es la forma (una explosión termonuclear) en que una estrella se
libera, de golpe, de una excesiva acumulación de hidrógeno en su superficie. Es
muy espectacular, si la estrella está lo suficientemente cerca, y su aparición
tiene lugar de forma impredecible y en cualquier momento. Las más brillantes
aparecen de repente, sin previo aviso, como una nueva y espectacular luz en el
cielo. Su brillo, tras algunos días, o incluso semanas, se va atenuando hasta
desaparecer por completo. Como media, se produce una nova visible desde nuestro
planeta una vez cada veinte años (la última fue en el año 1975), por lo que
nada impide que fuera éste, y no otro, el fenómeno visto en Judea or los tres
Magos de Oriente.
Mucho más espectacular, aunque
menos frecuente de ver, es una supernova, la explosión catastrófica de toda una
estrella que llega a su final y cuyo brillo eclipsa incluso al de toda la
galaxia que la contiene. En el momento de la explosión, una supernova puede ser
vista incluso a plena luz del día, y su brillo más intenso puede durar meses
antes de empezar a decrecer. Durante los últimos mil años, la Humanidad ha sido
testigo de cuatro supernovas, en los años 1006, 1054, 1572 y 1604. En todos los
casos, los cronistas de cada época se refirieron profusamente al fenómeno. Los
chinos, por ejemplo, refieren que la supernova del año 1054 fue visible durante
dos meses incluso a plena luz del día.
No existe en la época del
nacimiento de Jesús ninguna referencia definitiva sobre la súbita aparición de
una luz especialmente intensa en el cielo. Si sucedió, nadie, en ninguna
cultura, documentó el hecho, lo cual parece indicar que debemos buscar la
solución en alguna otra parte. Algunos textos chinos hablan de una posible nova
en la primavera del año 5 DC, pero se refieren a ella como a un fenómeno de
poca importancia y de escasa, o ninguna, espectacularidad.
La última explicación es la
posibilidad de que los tres Magos fueran testigos de una conjunción planetaria
especialmente brillante, tanto como para hacerles creer que se trataba de una
nueva estrella. Los astrónomos han determinado que, en ese intervalo temporal,
se produjeron varios fenómenos planetarios que podrían haber sido interpretados
como la estrella de Belén. Pero este fenómeno ha sido muy común en muchas
épocas, nada espectacular realmente, para que históricamente se lo considerara.
Y a la vez muy conveniente para crear un mito creíble para las gentes de ese
entonces.
El primero de ellos fue en el
año 6 AC, se produjo entre los planetas Marte, Júpiter y Saturno y sucedió en
la constelación de Piscis. Los tres mundos formaron una brillante figura
geométrica en el cielo que debió de ser de gran belleza y capaz de llamar la
atención de cualquiera. Otra posibilidad a esta “triple conjunción” fue la
conjunción de de Júpiter y Saturno entre los meses de mayo y diciembre del año
7 AC. Los “pasos” de Júpiter sobre Saturno se produjeron el 29 de mayo, el 30
de septiembre y el 5 de diciembre de ese año.
No cabe duda de que todos estos
eventos pudieron ser perfectamente visibles, ya que sucedieron en la cara
nocturna de la Tierra. Los dos planetas, además, brillaron el uno muy cerca del
otro durante ocho largos meses, el tiempo que se estima necesario para que los
Reyes Magos cubrieran los cerca de mil km. de distancia entre Babilonia y
Judea.
Sin embargo, la que seguramente
fue la más brillante de las conjunciones planetarias de esa época fue la que se
produjo entre Venus y Júpiter en la constelación de Leo el 12 de agosto del año
3 AC., con las salvedades del caso de estas fechas.
Debemos recordar que las
conjunciones planetarias que hemos visto en estos años, con más planetas
involucrados, al común de las gentes les pasó inadvertidos.
Los dos planetas brillaron cerca
el uno del otro. Y cuando Venus se retiró, Júpiter permaneció en Leo por lo
menos durante diez meses más, sumando su brillo al de estas estrellas. Si el
encuentro de los tres Reyes Magos con Herodes se produjo durante la primavera
del 2 AC. De hecho, tras su primer encuentro y después de que Júpiter y Leo
siguieran brillando juntos en el cielo, Venus regresó cerca de Júpiter.
Los dos planetas bajaron juntos
y lentamente hacia el horizonte a medida que sus brillos se iban confundiendo.
Hacia la tarde en Jerusalén, prácticamente se habían fundido en un único y
luminoso astro. En un tiempo en el que no había instrumentos de observación, ni
gafas de sol, es muy probable que los observadores no fueran capaces de
distinguir los dos objetos individuales y que solo percibieran un único y
brillante destello sobre los cielos de Judea.
¿Fue esto lo que vieron los
Reyes Magos? Existieron realmente los Reyes Magos o solo fue una exaltación
poética del evangelista? Para la Ciencia es imposible asegurarlo y el sentido
común nos dice que no es esta más que una hermosa historia para mentes de
cuatro años Lo único cierto es que esas alineaciones se produjeron siempre y
pudieron coincidir en ese extenso lapso, indeterminado del nacimiento de Jesús.
Si nuestra acciones son un
encadenado de número elevado de causas y efectos, la responsabilidad lata no
existe. No existe el pecado dentro de este esquema rígido en nuestro
espacio-tiempo, y si como dicen los sabios, el mundo no necesitó de un Creador,
poco importa si existieron los Reyes Magos, Jesús, el perdón de los pecados y
la estrella de Belén.
Solo es un cuento para púberes.
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