Las visiones de Christiana Morgan, dibujadas por ella y analizadas en terapia como expresión de los arquetipos del inconsciente. Foto: LA NACION
Casi como una revancha de las
críticas que en los últimos años sufrió por parte de la psiquiatría y la
psicología cognitiva, el psicoanálisis vuelve a probar su fuerza gravitacional
en la cultura, ahora como protagonista de la ficción. Luego del estreno de Un
método peligroso , el film de David Cronenberg que narra la relación de
Jung con Sabina Spielrein, y La última sesión de Freud , la obra de
teatro de Mark St. Germain -que puede verse estos días en Multiteatro, dirigida
por Daniel Veronese-, el escritor mexicano Jorge Volpi (México, 1968) visitó
Buenos Aires para presentar La tejedora de sombras , novela ganadora
del premio Planeta-Casamérica 2012, en la que ajustó cuentas con las
profundidades del inconsciente según Jung. La novela sigue los avatares de la
intensa relación clandestina entre Christiana Morgan (1897-1967) y Henry Murray
(1893-1988), pioneros de la psicología estadounidense y creadores del test de
apercepción temática (TAT), todavía vigente. Pero, más allá de la anécdota
biográfica, Volpi se aferró a la ficción para recrear los sentimientos y
conflictos psicológicos de Christiana, las visiones que oscurecían su carácter
desde niña y el efecto trágico que tuvo en su vida y en su amor por Henry haber
sido admiradora devota y paciente ejemplar de Carl Gustav Jung.
Me encontré con la historia por
casualidad. Estaba investigando sobre el Unabomber, el terrorista
norteamericano, porque pensaba incluirlo en mi novela No será la Tierra .
Descubrí que había estudiado matemáticas en Harvard y que, según su testimonio,
allí había participado de un experimento psicológico muy traumático dirigido
por un profesor llamado Henry Murray. Murray no sólo era conocido por esos
experimentos muy duros con sus alumnos, sino también por su relación secreta
con una amante, Christiana Morgan. Tiempo después recordé esa historia y volví
a ella con más interés. La búsqueda me condujo a solicitar ser investigador
visitante en Harvard para poder ver los archivos de ambos.
-¿Qué lo sedujo de la historia?
-Aunque en un principio me interesó
Henry, finalmente fue Christiana quien me sedujo y terminó siendo la
protagonista del libro. Era una mujer típica de su época: educada según las
normas estrictas de su elevada clase social, pero llena de inquietudes
artísticas e intelectuales, lo que la llevó a enfrentarse con los modelos
femeninos tradicionales.
No obstante estar casada con
William Morgan, un veterano de guerra, y tener un hijo con él, Christiana no
pudo adaptarse a los roles de esposa y madre para los que estaba destinada. Su
hastío la llevó a caer en los brazos de diversos amantes y, definitivamente, en
los de Henry Murray, un médico de Harvard casado con una heredera bostoniana.
Pero la inquietud anímica de Christiana no podía aliviarse con una infidelidad
convencional. La búsqueda de otro tipo de trascendencia y su interés por el
incipiente psicoanálisis hicieron que le propusiera a Henry, antes de consumar
su relación, viajar juntos a Suiza para entrevistarse con Jung.
"Es muy interesante la forma
que tienen esas sesiones -dice Volpi-, cómo el analista la hace entrar en esos
estados de trance y recuperar la capacidad visionaria de su niñez para poder
estudiar mejor el inconsciente. Jung también estimula la experimentación con
formas de pareja no monógamas, así que, por supuesto, Christiana se convierte
en amante de Henry. Emprendieron una relación que duró cuarenta y dos años, a
la que llamaban ?la díada'. Una búsqueda de exacerbar todas las posibilidades del
amor desde una perspectiva jungiana."
-¿En qué consistía el experimento?
-Según las teorías junguianas, las
religiones tradicionales ya no funcionan, no podemos creer en ellas, pero el
hombre necesita de la religiosidad. A partir de esa idea, ellos inventan una
religión íntima del amor. Construyen un templo en la torre donde se encuentran
e inventan un panteón de dioses personales; sus encuentros sexuales se
transforman en ceremonias, con rituales y oraciones. Es una relación fascinante
y enloquecida, que lleva al borde de la locura el intento de racionalizar el
amor y mantenerlo vivo con el paso del tiempo. Una lucha que, sobre todo,
sostiene Christiana, y que evidentemente pierde.
-¿Qué tipo de documentos consultó
sobre la relación?
-Hay muchas cosas, porque
Christiana, como cuenta la novela, está empeñada en convertir la díada en un
ejemplo de amor ideal para el mundo. Quiere documentar minuciosamente su
vínculo y que Henry lo cuente en un libro que llaman "La
proposición". Hay muchos cuadernos, diarios, cartas, fotografías y
fragmentos de ese libro que nunca fue concluido. Christiana anotó también en
detalle las sesiones con Jung, y también dibujó sus visiones, que se analizaban
en la terapia como la expresión de los arquetipos del inconsciente.
-¿Qué tomó de los documentos y
dónde comienza la reconstrucción ficcional?
-Leí todo lo que pude, pero no iba
a escribir una biografía ni una novela biográfica. Es una novela basada en un
personaje real, que intenta recrear su vida interior. Tomé todo lo que resultaba
interesante en términos íntimos y, a partir de eso, el trabajo de novelista fue
ensamblar los elementos para reconstruir la experiencia de los protagonistas,
sobre todo, la voz interior de Christiana.
-La novela se detiene en especial
en la dualidad de Christiana, dividida entre los delirios que surgen de sus
visiones y la apasionada racionalidad científica que le permite dedicarse al
estudio de las personalidades y desarrollar junto con Henry el TAT. ¿Cómo
trabajó esos contrastes en la escritura?
-Esos conflictos internos me
interesaban mucho. No sé exactamente cómo los plasmé. Uno intenta meterse en el
personaje y vivir un poco esas contradicciones. Traté de mostrar el
temperamento científico que hace que ella quiera que su amor sea una especie de
experimento controlado, y la irracionalidad profunda que atraviesa la historia,
propiciada por las visiones y la relación de Christiana con eso que ella cree
que es su inconsciente.
-La intervención de Jung en la
historia lo deja bastante mal parado. ¿Por qué lo retrató de modo tan crítico?
-Tengo una visión crítica respecto
del psicoanálisis en general, aunque me interesa mucho. Pero como tengo ese
prejuicio, no quería ni criticar ni burlarme de Jung abiertamente en ningún
sentido, sino más bien exponerlo como era. Por eso en el libro, aunque todos
los diarios de Christiana son un invento mío, quise dejar como documento las
palabras que Jung le dijo realmente durante el análisis. Las frases textuales
provienen de los cuadernos que ella escribía luego de cada sesión, donde consta
todo lo que Jung le decía. La mejor manera de exponerlo sin prejuicios era
dejar que él mismo hablara. Si eso parece una crítica, es porque así era.
-Durante el análisis, Jung estimula
las visiones de Christiana y las interpreta como una emergencia de su
personalidad arquetípica y una afirmación de su verdadera personalidad, además
de alentarla a concretar una relación poligámica. Pero más tarde, ante la
comunidad científica, presenta su caso como el de una psicótica atrapada por
sus impulsos primitivos. Parece que Jung instigara los síntomas que luego va a
analizar.
-Ésa es la impresión que me dio, y
una de las razones que me interesaron para escribir la historia. No conozco tan
directamente otros casos de sus pacientes, pero en éste en particular, creo que
para Jung era menos importante el bienestar de la paciente que la investigación
de la psiquis y, por lo tanto, era necesario llevar a Christiana a esos
trances, semejantes a los que el propio Jung tenía. Nada en el análisis parece
hacer que Christiana se sienta mejor. Tal vez se conociese más a sí misma, y
contribuyese al análisis y las teorías junguianas pero, a posteriori ,
no da la impresión de que la terapia la haya ayudado.
-Las normas que Henry Murray
establece para la escritura de "La proposición" son similares a las
reglas de registro de un experimento surrealista. Un detalle que acerca aún más
a Christiana a personajes como la Nadjade André Breton o la Maga de Cortázar:
la mujer como una iluminada ciega que lleva al escritor a las oscuridades del
inconsciente. En ese sentido, este libro es una suerte de reivindicación de
esos personajes.
-Sí, claro. Son personajes que
renuncian a las ideas convencionales de mujer que la sociedad les depara, pero
se destruyen en el intento porque las esperan barreras aún peores. Son lo que
Jung llamaba "las mujeres inspiradoras". No es la madre, ni la
esposa, no es una mujer tradicional para su círculo social, pero la única
opción que Jung le propone es la de ser una mujer inspiradora para un hombre.
Criarlo para convertirlo en una personalidad importante para el mundo. Ella
toma esa segunda apuesta, revolucionaria para su momento, pero nunca nadie le
da la posibilidad de convertirse ella misma en creadora. Entonces dedica su
creatividad a convertir a Henry en un gran hombre y a su amor por él en un
acontecimiento apasionante para ser narrado. El dilema es que a la mujer
inspiradora se le impide inspirarse a sí misma.
-¿A qué cree que se debe que un
personaje como Jung haya sido recuperado recientemente por ficciones como su
novela o la película Un método peligroso , de David Cronenberg?
-Jung es una figura fantástica,
aunque muy contradictoria y no tan simpática, que tiene una influencia mayor de
la que se cree. Los psicoanalistas junguianos que dan terapia son muy pocos
comparados con los de corrientes más centrales, como la freudiana y la
lacaniana, pero, más allá de la clínica, su triunfo es más fuerte en otros
campos. Jung abre más todavía que Freud la sensación de que el psicoanálisis
sirve, sobre todo, para interpretar la cultura. Esa faceta sigue siendo
importante pese al descrédito del psicoanálisis como terapia..
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