jueves, 8 de octubre de 2020


El 12 de octubre, conocido antes como Día de la Raza, se conmemora la fecha en que la expedición del genovés Cristóbal Colon llegó a las costas de una isla americana. De allí comienza el contacto entre Europa y América, y culmina con el Encuentro de los dos Mundos, llegándose a la transformación de todas las vidas humanas, europeas y americanas.
De esta manera, aquel 12 de octubre de 1492 provocó un encuentro de culturas completamente diferentes, modificó la economía mundial y desató cambios demográficos en toda América.
Actualmente con el nombre de Día de la Diversidad Cultural Americana, se busca promover desde distintos organismos una reflexión permanente acerca de la historia y encaminar hacia el dialogo para una diversidad cultural, como también allí están en pie la promoción de los Derechos Humanos de nuestros pueblos originarios, como lo marca la Constitución Nacional en su articulado sobre la igualdad de las personas, dándole la garantía del respeto a la identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural.
Una verdadera fecha para recordar, celebrar y trabajar para el bienestar de todas las culturas. Se trata de una fecha que habilita actualmente profundas reflexiones y debates, como también expresa las reivindicaciones de los pueblos originarios del continente americano.
Cambio en la efeméride: Día de la Diversidad Cultural Americana
20131120-000354Es muy importante la decisión de cambiar el nombre del feriado del 12 de octubre, ya que el término utilizado anteriormente (“Día de la Raza”)  es ofensivo y discriminatorio.
Desde hace años se ha venido debatiendo lo que sucedió en nuestro continente con la llegada de los conquistadores en 1492, por eso establecer un feriado donde se conmemore el respeto por la diversidad cultural, es un reconocimiento histórico para con los pueblos originarios
El cambio en el significado del feriado “implica armonizar la legislación nacional con el derecho de los pueblos indígenas, consagrando y reconociendo que los derechos humanos tienen los caracteres de universalidad, indivisibilidad e interdependencia”,  informaron desde el Instituto Nacional contra la  Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI).
Vale destacar que la Constitución Nacional consagra el derecho a la igualdad en sus artículos 16 y 75, inciso 23; mientras que el artículo 75, inciso 17 reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, garantizando el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural y el artículo 75, inciso 22 otorga jerarquía constitucional a los instrumentos internacionales de derechos humanos allí enumerados, los cuales a su vez consagran en más de una oportunidad el mencionado principio de igualdad y no discriminación.
Cabe mencionar, también, que esta transformación está en consonancia con la recomendación Nº 84 del Plan Nacional contra la Discriminación, que aconseja “Transformar el 12 de Octubre en un día de reflexión histórica y de diálogo intercultural”. informó el sitio de noticias Argentina.ar

Bandera wiphala

La bandera wiphala, emblema wiphala o wiphala es el símbolo de los pueblos indígenas del Tahuantinsuyo​​​​​, que abarca la zona andina de Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. La wiphala describe una superficie cuadrangular dividida en 49 cuadros, coloreados diagonalmente con los colores del arcoíris.

Existen cuatro versiones de la wiphala, apenas diferenciadas por el orden de los colores. Cada versión representa a una de las regiones del Tahuantinsuyo ('cuatro territorios' en lengua quechua). Estos territorios son: Collasuyu, Chincasuyu, Antisuyu y Cuntisuyu. La wiphala más conocida es la de Collasuyu, donde se encuentran los aimara o aymara.

wiphalaVersión de la wiphala según cada uno de los cuatro territorios del Tahuantinsuyo.

Significado de la bandera wiphala

El significado de la wiphala es muy complejo, ya que representa la cosmogonía de los pueblos del Tahuantinsuyo. Simboliza dos valores fundamentales de las etnias andinas: el Pachakama, un principio de orden Universal, y la Pachamama, que refiere a la Madre Tierra, al cosmos. Todo se enlaza en los valores de la solidaridad, la hermandad y la comunidad.

Algunos investigadores plantean que en la época precolombina la wiphala se relacionaba con actividades cotidianas o económicas (agricultura, textiles, etc.), y estaba ligada al calendario inca.

La wiphala también es símbolo de las tradiciones y costumbres, de las alegrías y las penas compartidas. Así, se enarbola en las celebraciones comunitarias, las fiestas solemnes, las festividades populares indígenas, los bailes, etc.

Actualmente, la wiphala se ha convertido en símbolo de la resistencia indígena frente a las prácticas político-económicas modernas de dominación. Asimismo, es símbolo de la diversidad cultural o, más concretamente, de la igualdad y la unidad en la diversidad.

La palabra wiphala proviene de la cultura aimara o aymara. Se forma por la unión de dos términos: wiphai, que alude a exclamación de triunfo, y laphaqi, cuya traducción aproximada es ‘objeto que ondea en el viento’.

Te puede interesar: Quechua.

Significado de los colores de la wiphala

Los colores de la wiphala están tomados del arcoíris, que las culturas del Tahuantinsuyo interpretan como referencia a los antepasados. Cada color tiene un significado específico.

  • Azul: espacio cósmico y su influencia en el mundo terreno.
  • Amarillo: fuerza y energía, ligados a los principios morales y valores de solidaridad.
  • Blanco: tiempo y proceso de transformación que trae el crecimiento intelectual y del trabajo. Símbolo también de los Markas (comarcas) y Suyus (regiones).
  • Naranja: símbolo de la cultura y de la sociedad, así como de la preservación de la especie.
  • Rojo: representa al planeta.
  • Verde: economía, ligada a la tierra y el territorio.
  • Violeta: orden político e ideológico de la propia cultura.

Historia de la bandera wiphala

wiphalaIzquierda: tejido aborigen del período Tiwaunakota, Museo de Brooklyn.
Derecha: Atribuido al Maestro de Calamarca: Arcángel Gabriel a modo de arcabucero, Iglesia de Calamarca, Bolivia, s. XVIII.

El origen histórico de la wiphala es incierto. Se sabe que los elementos esenciales del diseño de la wiphala existían desde la época precolombina, pero no como una bandera sino como una suerte de emblema, ya que las banderas fueron introducidas en América por los europeos.

Existen referencias en el arte aborigen y en el arte de la colonia que dan cuenta de la existencia de textiles y otros implementos donde aparece la forma básica de la wiphala.

La bandera wiphala del pueblo aimara se comenzó a difundir ampliamente en el mundo contemporáneo en la década de 1970. Esto se debió a las movilizaciones y protestas de los sindicatos indígenas campesinos que tuvieron lugar en Bolivia durante ese período.

En el año 1987 en Bolivia, un grupo de investigadores se abocaron a la tarea de investigar los símbolos de las culturas del Tahuantinsuyo y los registros que delatan la presencia y evolución de la wiphala. A partir de esta investigación, se construyeron las versiones actuales de la wiphala.

La wiphara aimara o del Collasuyu fue reconocida constitucionalmente como símbolo del Estado de Bolivia desde el año 2008, durante la gestión de Evo Morales.


 

domingo, 6 de septiembre de 2020

 




Un fascinante thriller y novela de espías. La historia más internacional y trepidante de Almudena Grandes.

Sinopsis de Los pacientes del doctor García:

Tras la victoria de Franco, el doctor Guillermo García Medina sigue viviendo en Madrid bajo una identidad falsa. La documentación que lo libró del paredón fue un regalo de su mejor amigo, Manuel Arroyo Benítez, un diplomático republicano al que salvó la vida en 1937. Cree que nunca volverá a verlo, pero en septiembre de 1946, Manuel vuelve del exilio con una misión secreta y peligrosa. Pretende infiltrarse en una organización clandestina, la red de evasión de criminales de guerra y prófugos del Tercer Reich que dirige desde el barrio de Argüelles una mujer alemana y española, nazi y falangista, llamada Clara Stauffer. Mientras el doctor García se deja reclutar por él, el nombre de otro español se cruza en el destino de los dos amigos. Adrián Gallardo Ortega, que tuvo su momento de gloria como boxeador profesional antes de alistarse en la División Azul, para seguir luchando como voluntario de las SS y participar en la última defensa de Berlín, malvive en Alemania, ignorando que alguien pretende suplantar su identidad para huir a la Argentina de Perón.

Thriller y novela de espías, Los pacientes del doctor García es tal vez la historia más internacional y trepidante de Almudena Grandes, su narración más ambiciosa, en la que conecta acontecimientos reales y desconocidos de la segunda guerra mundial y el franquismo, para construir las vidas de unos personajes que no sólo comparten la suerte de España, sino también la de Argentina.

El mate en Siria

 


27/01/13 (archivo) En Siria, el mate es la bebida de la rebelión y un botín de guerra 


Lanacion.com

Por Témoris Grecko | Para LA NACIÓN

 

ALEPPO, Siria.- Si los sirios les regalaron a los argentinos figuras que entraron en los libros de historia, incluso un presidente, los rioplatenses correspondieron con el mate. 

A mediados del siglo XX, en uno de los tantos altibajos de la economía argentina, retornaron a Siria muchos hijos y nietos de quienes habían emigrado hacía un tiempo.

El destino determinó que, con los años, el mate se haya convertido ahora no sólo en una "infusión rebelde", sino también en un botín de la guerra que desgarra al país.

Aquellos inmigrantes que regresaron a Siria desde América del Sur lo hicieron con todo el bagaje cultural de los campos, los montes y los puertos.

Al principio, el mate que trajeron con ellos no fue más que una moda de las clases más acomodadas, una forma de marcar diferencias con los sectores que no podían pagar el costo de este producto, importado desde las remotas tierras de un continente de cuya existencia sólo había una prueba disponible: la yerba que llegaba en las bodegas de los navíos a los muelles de Tartus y Latakkia.

La minoría alauita se hizo del poder en 1970 con los golpes de Estado puestos en marcha por uno de los suyos, Hafez al-Assad, padre de Bashar, actual presidente sirio . Con esto, esa minoría adquirió los hábitos de los ricos, y en sus reuniones, el mate ganó carta de legitimidad al lado de las bebidas tradicionales.

Las revoluciones, sin embargo, son hechas para igualar. Y el mate, antes un lujo, ahora es una bebida esencial para el descanso de los combatientes opositores. "Cuando conquistamos posiciones del ejército, además de armas y equipo, capturamos las provisiones de yerba de la oficialidad alauita", cuenta Mahmoud, un combatiente de 25 años que integra las filas del Ejército Libre Sirio (ELS).

Mahmoud y otros rebeldes están reunidos en su pequeño local cuartel antes de que caiga la temprana oscuridad del invierno, en el barrio de Salaheddine.

Varios de ellos estuvieron combatiendo antes en las primeras barricadas, hechas con escombros, muebles y restos de autos, frente a los soldados de Bashar al-Assad. Algunos son francotiradores, una especie que, además de hostigar a otras, sostiene guerras particulares que demandan precisión, energía e interminable paciencia, entre azoteas, ventanas y agujeros abiertos en las paredes.

Los que arriban más tarde encuentran a sus compañeros de la katiba Al-Waed (unidad militar La Promesa) orando. " Mohammedun resulullah (Mahoma es el profeta de Dios)", repiten. Llega el momento de relajarse, de intercambiar historias. Delgado, Ibrahim se quita la campera negra, saca un cigarrillo y se sienta. De 28 años, es uno de los mayores del grupo.

Se acomodan en tres sillones, viejos y sucios. Dejan descansar las armas sobre el piso, los cañones entre las manos. Las miradas buscan a quien se va a encargar de prepararles una bebida; ése es Walid. En unos vasos pequeños sirve café. En otros, apenas más grandes, té. Y en los mayores, de vidrio, con asa y bombilla, yerba mate.

El que quiere mate recibe un recipiente individual. No circula entre los combatientes, como tampoco lo hacen el té ni el café.

No es difícil imaginarlos en las llanuras argentinas, alrededor del fuego, por la noche, después de un duro día e igualmente armados. Aquí en la ciudad, se escuchan los morteros y los fusiles, se huele la basura y la descomposición de la muerte.

En el campo abierto, a ellos los acompañarían los rumores de las vacas, el aroma del cuero y la leve fetidez del estiércol.

Además del placer intrínseco de beber mate, disfrutarlo es una temprana victoria insurgente, un botín de guerra que simboliza la fuerza de los sublevados.

Hassan y Gawad aceptan posar para la cámara con fusil, vaso, bombilla y yerba. Detrás de ellos, está la guerra: el barrio de Salaheddine, en Aleppo, convertido en ruinas. Con sonrisa de anuncio publicitario, Hassan muestra el paquete del producto: bella caligrafía árabe. Lo da vuelta, y la etiqueta está en castellano. La marca es Kharta Khadra. Otra leyenda dice: "Origen: Argentina".